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La miel salvaje huele a libertad, El polvo a los rayos de sol. A las violetas de la boca de una muchacha, Y el oro a nada La reseda huele a agua, ya manzana el amor. Pero nosotros aprendimos de una vez y para siempre que la sangre solo huele a sangre ... En vano el procónsul de Roma lavó las manos ante la plebe, apremiado por los gritos de la turba; y en la penumbra sofocante de la casa del rey la reina de Escocia en vano frotó la roja mancha de sus delgadas palmas. Ana Ajmatova.