Nació en Cambridge, Massachusetts en 1955. Se educó en las escuelas públicas de Ipswich, Newton y Boston. Logró entrar en Harvard en donde participó en talleres de poesía dictados por Jane Shore, Robert B. Shaw y Robert Lowell a quien reconocía como sus maestro junto con Richard Hugo y Philip Levine. Realizó diversos trabajos como ayudante en un hospital y asistente legal y financiero. La poesía la Música Antigua e Italia fueron sus pasiones. Scott Harney no vio impreso ninguno de sus libros. Su novia de Harvard y compañera de toda su vida, Megan Marshall. (Premio Pulitzer 2014) Compiló su trabajo poético y lo reunió en un libro: La Sangre de San Gennaro. Askold Melnyczuk lo publica en la colección de Poesía de la Revista Arrowsmith. Scott Harney murió en 2019
ENTRE LOS INCURABLES Sellado detrás de una ventana de mi cuarto refrigerado, puedo ver a través de un patio, el nombre anterior, Hospital del Espíritu Santo para los Incurables, grabado encima de un portal flanqueado por columnas de cemento que se venía abajo. Las enfermeras me contaron que todavía hay monjas que se aparecen en las salas vacías, únicos fantasmas en los que yo podría creer. Una docena de cables cuelgan de mi pecho, doctores entran y salen todo el día, sin embargo, ninguno sabe de qué estoy enfermo. Desdén crónico, dice uno; lamento perpetuo dice otro. El capellán, en cambio, no percibe ninguna flaqueza del espíritu o del alma. Sólo la enfermera de la noche entiende. A las tres de la mañana me frota los hombros con ungüento de vaselina y ortigas y finalmente puedo dormir una hora o dos antes de que la luz consuma de nuevo la bendita oscuridad. Quiero decir que la internación aquí me ha despertado amor por la vida y que cuando me den de alta caminaré por la calle y abrazaré a los extraños y retendré mis lágrimas al ver las puestas de sol, pero amo la vida, porque no hay otra, del modo en que amé a una compañera que me llevó a un lugar apartado y me dejó abrazarla a la luz de las ventanas de las cocinas, ella era “especial”, según mis maestros de la escuela secundaria, queriendo decir con esto, que era de las que tienen problemas de aprendizaje. Yo debía alejarme de ella, decían, porque yo era de los avanzados y ella no sería la persona conveniente en el camino a la gloría, que me trajo aquí, para ser parte de los incurables. Traducción: Adam Gai AMONG THE INCURABLES Sealed behind a window in my air- conditioned room, I can see across a courtyard to the early name, Holy Ghost Hospital for the Incurables, engraved above a doorway flankedby columns of crumbling cement. The nurses tell me nuns still haunt the empty wards, the only ghosts I might believe in. A dozen wires hanging from my chest, doctors striding in and out all day yet no one knows what ails me. Chronic disdain, says one; acute regret says another. The chaplain sees no sickness of the spirit or the soul. Only the night nurse understands. At three a.m. she rubs my shoulders with a salve of Vaseline and nettle and finally I can sleep an hour or two before the light consumes the blessed dark again. I want to say internment here has left me with a love of life, and that on discharge I will walk the street embracing strangers and hold back tears when viewing sunsets, but I love this life because there is no other, the way I loved a girl who took me down an alley and let me press against her by the light of kitchen windows. She was “special,” my junior high school teachers said, meaning in a class for slow learners. I should stay away from her, they said, because I was on the college track and she wouldn’t be a fitting mate for me, on the road to glory, which got me here, among the incurables.