Menna Elfyn. Swansea, 1951. Poeta y Dramaturgo. Es una de las poetas galesas más reconocidas de su país. Libros: Eucalyptus, 1995. El ángel de la celda, 1996. Poemas escogidos y La mancha perfecta, al que pertenece este poema que nos envió su traductora y poeta: Eli Tolareyxipi.
nueva pobreza (a la viuda de un poeta) «El lector es el árbitro final y para él guardé la poesía de M. y a él se la he entregado. La poesía es curativa, da vida, y las personas no han perdido el don de ser capaces de beber de su fuerza interna». (Nadezhda Mandelstam) Si pudiera, mediría y pesaría sus palabras. Te las ofrecería en un cántaro, las prensaría y luego las secaría, haría un festín con ellas para tu regocijo; para que se volvieran un homenaje – «Esperanza contra esperanza» porque una tierra baldía nunca será quemada. Te mostraría su legado te mostraría el fermento que llena el corazón de una mujer que ama su poema más que su propia desgracia. «Hay personas que son asesinadas en nombre de la poesía» dijo. Podían soportarlo: el hecho es un signo de respeto nada ejemplar. Sí, ella, la gran musa femenina que enlazó a su poeta en matrimonio, más allá del simple anillo. Y les contaría rumores – cómo ella escondió los poemas de él en cojines los metió en cacerolas los introdujo con sigilo en zapatos para que el poema, algún día, pudiera caminar. Era incansable. Los aprendía de memoria hasta ser capaz de verter sus versos en una página, no dejar que traspasaran la tierra baldía del olvido. Ella, que escanciaba por el mundo las gotas de su fuente, ella que conocía el sonido de la clepsidra que sabía que dar es recibir el mundo, ella, la solitaria Nadezha, cuya sonrisa producía pesadillas en los hombres que se llevaron a su marido, Kamen: una piedra. Tristia: la materia misma de la tristeza. * Si pudiera, escribiría con tinta negra su última carta para él. Osia, mi lejanísimo amor, Osia, dijo, sabiendo que eran palabras en el vacío: «Anhelo la alegría pura de nuestra vida en común, nuestros juegos, nuestras discusiones, cómo puedo mirar al cielo ahora que no tengo con quién contemplarlo… ¿Recuerdas el sabor del pan, nuestra pobreza dichosa? Cada lágrima, cada sonrisa, son para ti, mi guía ciego en este mundo, cómo cuesta morir cuando estamos separados. Y viniste a mí mientras dormía, a mí, que había estado tan loca y furiosa y que no había aprendido a llorar lágrimas simples. Ahora, ya sé lo que es llorar. Adiós – tu Nadia». Hermana, si pudiera, te pediría una cita para que pudiéramos conversar de sacramentos seguros, en la misma cresta del oleaje de sus versos. Si pudiera lo haría. Un grito en el bosque no pertenece a nadie, y las palabras del poeta serían tan inexorables como las paredes de una prisión siberiana. Para algunos, las palabras son vergonzosas, para otros, un hechizo milagroso: esta es la pobreza inconforme de la poesía. Traducción: Eli Tolaretxipi