Marie Howe. El Buen Ladron.

Marie Howe lee Encuentro (El buen ladrón). Marie Howe es autora de cuatro volúmenes de poesía: Magdalene: Poems (W.W. Norton, 2017); El reino del tiempo ordinario (W.W. Norton, 2009); Lo que hacen los vivos (1997); y El buen ladrón (1988). También es coeditora de un libro de ensayos, En la compañía de mi soledad, American Writing from the AIDS Pandemic (1994). Sus poemas han aparecido en The New Yorker, The Atlantic, Poetry, Agni, Ploughshares, Harvard Review y The Partisan Review, entre otros.

“La poesía de Marie Howe es luminosa, intensa y elocuente, arraigada en una abundante vida interior. Sus líneas largas y profundas abordan los misterios de la carne y el espíritu, en términos accesibles solo para una mujer que es gran parte de nuestro tiempo y, sin embargo, todavía está en contacto con lo sagrado “. Kunitz.

ENCUENTRO


Primero, los pequeños cortes, después los más grandes,

el más grande de todos, las quemaduras. Esto es lo que hizo

cuando quiso amarte.

No esperaba encontrárselo en la escalera

que nadie usaba, pero ella sí porque le daba

miedo el ascensor, el espacio cerrado.

No esperaba que él tuviera ese aspecto, que fuera

tan paciente, primero los pequeños, después

los grandes. Todo

a su debido momento, dijo él, tengo todo el tiempo

del mundo. Ella no imaginaba que iba a tardar

tanto la rotura.

Él lo hizo tres veces antes de hacerlo. ¿Amor?

Ella lo había imaginado distinto, algo

que se volvía consciente,

el final de una espera. Y ella paró cuando

llegaron los grandes cortes. Era todo lo que había,

la quemazón, y eso era Dios

en todas partes al mismo tiempo. Alguien ya se lo había

contado, sólo que no con la voz de él. Estaba

dentro de ella ahora

–los más grandes, después la quemazón– y salía

y volvía otra vez. Esto era la eternidad, cuando

no pasaba nada que no estuviese

pasando ya. Ella no podía acordarse.

Después de la quemazón, hasta la luz quedó en calma.

Ella no creía que Dios fuese a ser tan

específico, tan delicado: dentro de su codo, debajo

de su brazo, en la parte de atrás de su cuello

y sus rodillas.

Es cierto, ella forcejeó al principio, hasta después

de la rotura. Entonces, Dios estuvo con ella, y ella

estuvo con él.


Traducción: Salvador Biedma