Luis Alejandro Contreras Loynaz. Caracas, 1955. Colaborador de: Con-Fabulación, Letralia, Cañasanta y el desaparecido elmeollo. Ha publicado en: Voces Nuevas, Antología de Talleres Literarios, (Celarg 1998-1999). Antología, XVI México, 2011. Poetas venezolanos contemporáneos. Los Conjurados, Bogotá, 2014. Contracorrientes, BID&CO, Caracas, 2006. Cuadernario, Común Presencia Editores, Los Conjurados, Bogotá, 2007. Días de bruma. BID&CO Editor.
3. Sueño que el sueño sopla delicias dispersas, agitando las límpidas telas de un fugaz pensamiento Mi cuerpo se arrulla sobre incansables preguntas tendidas bajo una lluvia incansable de imágenes El tiempo me lee su música en una rosa de sol Es una rosa de aguas dulces, es una nave vagando en celo sobre un disco azul Una mujer canta... ...el poeta podría ser el mar, la visión del vago misterio, podría ser el vivo cadáver de la primavera, si los azares de un trabajado mundo no lo consumieran en lances infructuosos Después reza una niña... ...ningún canto es ya verano ...si la piel grita silencios ...y los huesos no extrañan el misterio de los cantos que se desangran al tímido roce de un sueño que el sueño sopla Cuadernario. Común Presencia Editores. Colección Los Conjurados. Bogotá, 2007 2. Desprendimiento. Esa ha sido mi palabra de hoy anunciadora. Se me regaló en todo momento. Cuando yo cejaba y me sentía huérfano de sinrazones y no de excusas, ella estaba allí, a la orilla del desierto de las palabras. Látigo de piel y acicate miel del vértigo, nada pueden ante esta vana sensación, desprendimiento. contracorrientes (sentencias en incertidumbre)o. bid & co. editor. Colección Manoa. Caracas, 2006. Reedición: Caracas, 2013 4. Yo, que he sido el río y la piedra por él besada, yo, que he sido el camino que nunca dudó su destino, yo, que nunca fui un yo, porque éste olvidaba su sino, yo, que adoré las entrañas de un cielo aguardado por nadie, yo, que lloraba en la risa de la corriente estrellada, yo, que dejé de ser yo de tanto llover la mirada Cuadernario. Común Presencia Editores. Colección Los Conjurados. Bogotá, 2007 5. Sol y ceniza. Urbe, reino y orbe se abaten bajo el yugo de una sequía sin precedentes y un rostro de desolación señorea en los semblantes de paisanos y legisladores, en los de la soldadesca y de las meretrices, y hasta en las miradas de las vacas, los canarios, los gatos y los perros. Nunca vistió el sol de un escarlata más intenso, arrobador y, a la vez, presagiador de un mensaje vislumbrado y acallado por todos, seña que luce como el emisario de una inexorable muerte. Rojo vida realzado por fúnebre ceniza. Todos los bosques y florestas del imperio han sido devastados por llamas inclementes. La alevosa hoguera amenaza con arrasar ciudades y fortines. El aire, gris y pesado, toma pecho en nuestros corazones y le hace juego al cinismo de nuestros consuetudinarios afanes de cultos pobladores. Muchos son los que desfallecen entre toses y estertores. La gente se murmura al oído que ha llegado el fin del tiempo o de la creación… O el fin de la historia y del suspiro que somos. Algunos se lamentan y alzan ruegos a los cielos, hacen penitencias y actos de contrición y piden venia en cortes celestiales, confesando (y confesándose) que pecaban a conciencia. El sol nunca fue más gloriosamente rojo y, a la vez, anunciador de la muerte ineluctable. Y la luna es desértica arena, pozo biliar, oro apagado... Pátina insinuante que anuncia la venida de las Moiras. La aridez ha surcado los rostros de los hijos del imperio. Días de bruma. Apuntes y fragmentos de vida, amor y muerte de un amanuense griego al servicio del Imperio. bid & co. editor. Colección Poetas del Hispanomundo. Caracas, 2013 6. La Diosa. Ella va íngrima, como sonámbula, por prados desprovistos del bullicio humano. Extrañamente, se ha impuesto una tregua en el aire, en las aguas, en los colores del cielo y de la tierra. Alza la vista y se percata de estar renaciendo en el abrazo arrobador que le tiende un azul desconocido, tálamo de nubes que se hacen la corte amorosa con insurrecta impudicia. Este claro día, surgido de las tinieblas, como de una larga penumbra invernal, ha sido un efímero y conmovedor milagro, una pausa servida en esplendida bandeja, sólo para ella que, al amanecer, se sintió tocada, bendecida y llamada por una voz que la invitaba a memorar desde el olvido. ¿Ha probado una flor de belladona? ¿Acaso una raíz de mandrágora? Pues, se abandona, se entrega a la caricia de las hierbas, las campánulas silvestres suben desde el humus y se enhebran en su cuerpo, tejen su sonrosada piel de una verde filigrana. El sol está en el aire, funda casas en la brisa. Y ella se otorga a la cópula con cada corpúsculo del viento, con cada nube del cielo, con todas las flores agrestes. Es como si, de pronto, se hubiesen soltado los faunos y la hubiesen sorprendido en la soledad de las florestas. Más tarde, volverá a casa, al bullicio, a ese teatro de la peste que es Roma, pero lo hará taciturnamente alegre, colmada de un resplandor en el que nadie más reparará. Días de bruma. Apuntes y fragmentos de vida, amor y muerte de un amanuense griego al servicio del Imperio. bid & co. editor. Colección Poetas del Hispanomundo. Caracas, 2013 7. Marginalia Sé lo que es la vida en el exilio porque he vivido exiliado en mi país. Conozco la patria chica de los despatriados, porque fue la única que me abrió los brazos y brindó su asilo. Compadezco a los desterrados, a los perseguidos, a los refugiados; pero, en el fondo, les admiro en algo su suerte. Nada hay como vivir en el exilio, aun pisando tu tierra. Te verás forzado a tomar por derroteros y atajos, a construir tu casa en un abismo sin suelo, entre los linderos de la memoria y el corazón. Jamás beberás -y por tu bien- en la copa de los agremiados. Pero, como toda condena tiene su expiación, te verás impelido a entablar coloquio con el viento, a sacarle luces al color de las orugas, a llevar secretas bitácoras de las caravanas de hormigas. Te verás obligado a discurrir con tu sombra, a beberte el murmullo de sus oscuras luces, y un sabor a cicuta y uva, a belladona y ambrosía, inundará el paladar de tu alma. Marginalia se llamará tu casa, tu casa sin cimientos, en la que, a medianoche, plantarás tus amapolas; y en la que por las madrugadas, sigilosamente observarás el coqueteo de los nardos bajo la luz de la luna. Pero tu condena será vivir en el misterio. Y nadie, excepto tú, tendrá acceso a Marginalia; nadie excepto tú, podrá dar cuenta y coordenadas de tu país, tu utopía, tu silencio y tu Paraíso perdido, la patria chica de los despatriados. (Inédito, forma parte de un cuaderno de bolsillo que porta un título quizás provisional: Bitácora en Acuario) 8. Avatares Un sinfín de avatares me ha tocado vivir en las recientes estaciones. A ello podría achacar mis extravíos. A ello, el antifaz y la máscara; el cambio de rostro y hasta la pérdida de cara. No es asunto de andar achacando culpas a terceros ni a otredades. Asumo mi desvarío ante la perplejidad. Pero, ¿qué más da, si vivimos en un mundo de seres humanos abolidos, un mundo de inconfesadas o mal disimuladas agonías? Me regalan la náusea y no voy a rechazarla. Me ofrendan una aridez que no me sacia. Los días, con sus noches, han pasado a ser hojas de calendario con notas al margen de la vida y una galería de sonrisas que no desdibujan el estigma. Tiendo mi mano a la cúpula celeste y recojo galones de nada. Y el silencio es un derroche capaz de incordiar a aquel a quien se lo dones. Quédate, pues, apacible, y no mires a los lados. Deja que la nada y su música colmen los ramajes de tu respiración. Si has de andar íngrimo o incierto, al contraste de las soledades del mundo que sea, el nuevo vestigio, un matrimonio consumado ante el hallazgo de la noche. (Inédito. Forma parte de un cuaderno que lleva por título Inscripciones en el dolmen.) 9. Cuando el hombre más desarraigado se halla Cuando el hombre más desarraigado se halla, en su hora de más rendida desesperación, aparece la Diosa tendiendo rieles argentados en las oquedades de la noche. Surge esplendentemente desnuda, sin abandonar sus atributos de divinidad rumorosa y sibilina; serenando con su vientre de plata la queja que se ha pronunciado con la absoluta certeza de ser postrera despedida, canto final de quien no albergara la esperanza de encontrar contrapunto en una noche que, hasta ese momento, pensaba que sólo sería suya en la agonía. Pero ese ombligo de plata le seduce, le crispa la piel con un plectro que sube por su espalda y hace arpegio entre la nuca y los cabellos que se ayuntan con el cielo, disipándose todo lindero entre el caos y el vuelo de los pensamientos, desvaneciéndose toda disputa entre los desasosiegos del corazón y los embates de la creación que pulsan en otra noche, anónima y primordial. (Inédito. 24 de Febrero de 2013, anochecer