Lindsay Bernal

Lindsay Bernal. Nació y creció en Rochester, Nueva York, tiene un B.A. en Inglés y Español de la Universidad de Virginia y un M.F.A. en Poesía de la Universidad de Maryland, donde coordina el Programa de Escritura Creativa y la serie de lecturas Escritores Aquí y Ahora. Su primera colección de poemas, Lo que no tiene que ver con, fue seleccionada por Paul Guest como ganadora del concurso de la Serie Nacional de Poesía 2017, fue publicada por la editorial de la Universidad de Georgia en 2018. Recibió una beca de la Conferencia de Escritores de Bread Loaf y una Beca del Fondo en Memoria de Dorothy Sargent Rosenberg, Lindsay divide su tiempo entre Front Royal, Virginia, y Washington, DC. Estas son las primeras traducciones de sus poemas al Español. 

Nada que ver

 

No dormir, no dormir juntos, lluvia,

el villano de un romance pos-Gótico

que nunca has leído, la chimenea falsa que tengo por delante.

Esa chica que conociste en Johnson & Wales, quien asegura ser

media gitana, es totalmente irrelevante. Me podría importar menos su brutal

risotto.

Si no naciéramos con celos 

estaríamos más felices más a menudo. Si la cara no estuviera en blanco

me podrías decir como borrarle esa mirada.

Hemos llegado a estas alturas que merecen expresión,

un ultimátum, algo hiriente dicho con quietud.

El ratón que acabo de nombrar Heathcliff se escabulle debajo del mueble

pero estoy demasiada desilusionada como para pararme en la silla.

Construyendo nada de algo.

La historia es la misma en la pista que salta:

en la oscuridad, en el verano, un poquito ebria, todo se ve mejor.

Una gran decisión acelerada.

Otra. Luego el clima, luego el clima.

 

 

What It Doesn't Have to Do With

Not sleeping, not sleeping together, rain, 

the villain from a post-Gothic romance

you've never read, the fake fireplace I'm in front of.

That chick you met at Johnson & Wales, who claims to be 

half-gypsy, is irrelevant entirely. I could care less about her killer

risotto. If we weren't born jealous

we'd be happier more often. If my face weren't blank

you could tell me to wipe that look off it.

We've reached a juncture that deserves expression,

an ultimatum, something hurtful uttered in a hush.

The mouse I've just named Heathcliff skitters under the couch

but I'm too disappointed to stand on my chair.

Building nothing out of something.

The story's the same in the track that's skipping: 

in the dark, in summer, a little drunk, everything looks better.

A big decision rushed. Another. Then the weather, then the weather.

 

 

El efecto prerrafaelita


1

Media tarde, el tararear de porno llena el cuarto:

             una pelirroja con diáfana malla entera 

(mordisco en el acrecentar de su pecho),

temiendo ningún cuerdo,

                                        ninguna cachetada del látigo.

Juego previo y juego previo y algo cantado en la música de fondo.

“Amber Lemons es de Jersey, no de Malibu,

             fue a la escuela católica.”

¿Cómo sabes eso?

Entonces ella viene dos veces

              nariz abajo como un animalito

              en la césped falsa por la piscina arriñonada.

¿Finge ella? ¿Finge ella?

2

Paramour—así me gustaría que me llamen.

Si no hubiéramos saltado tantas etapas al comienzo

sabrías que mi mamá es en parte francés.

Y el odio no es tan ingenuo como lo crees.

Mi odio por los paisajes de Ruskin, por ejemplo,

es bastante sofisticado: aunque ningunas mujeres aparecen en ellos,

veo a la pobre Effie Gray en cada puesta de sol,

en cada maldito río y ruina.

A veces la autobiografía nomás trepa adentro.

Me alegra, luego de que John la rehusó,

que Effie pudo recuperarse y casarte de nuevo.

No, nunca he probado sepia o terminado The Stones of Venice

pero hace unos años seguía viendo Summertime.

A lo mejor si yo fuera más vieja o del Medio Oeste,

como el personaje que interpreta Katharine Hepburn.

El adulterio siempre es más fácil en el cine.

3

En el Apollo Diner algunos términos son demasiados nebulosos.

Algunas confesiones deben ser escritas 

en marcador permanente en un baño público.

John es un nombre común.

Anoche me quedé dormida con una mano 

presionando sobre la pared para el balance

y me despertó con un dolor expandiéndose por el brazo.

Si tan solo hubiera empleado control en ese bar.

En retrospectiva debí haberme puesto firme.

En retrospectiva eres un libro abierto:

tarde o temprano verterás el mismo

rayo por la garganta de otra chica.

4

Sí, si no estuviera sonriendo, se parecería a Jesús:

blanca como la leche, contorsionada, menos bustona de lo usual.

¿De dónde viene la luz? El candelabro tiene

solo machas muertas y tocones de acera.

Mantienes este lugar tan frío a propósito

para que sus pezones se queden erectos?

Un artista comisionado puede solventar los servicios, especialmente uno

ya ascendido, según dijo ese crítico importante.

Ninguna ventana, ningún libro salvo Kerouac,

quien no cuenta. Antiguos pósteres de chicas en el tapete. 

Y demasiado mucho tiempo gastado pedo, desgastándose.

Cuando se cierra los ojos, ¿adónde va su cerebro?

Cuenco de frutas, mancha en el piso, mancha de fruta, algún lugar lejano.

5

Algo hay que no ama la melodrama.

Cuando dijiste que por fin entendiste Botticelli

estábamos sentados cercos en las escaleras Dogana.

Eso fue hace cuatro años; sentí pánico,

luego perdí el tren a Munich.

Las cosas que queremos olvidar no podemos.

Mucho tiempo me quedé parada en el Puente de Suspiros,

esperando a que el agua responda.

Pero todo lo que pensaba decir de todos modos era ¡felicidades!—

la esposa, el chamaco, la beca.

6

Una planeta entera, como la cara de una diosa,

en silueta contra el sol

justo dentro de 20 minutos:

la duración de Jeopardy sin comerciales,

café con mi mamá, mi viaje diario a casa.

—Pero el momento preciso de contacto,

cuando Venus toca la orilla del sol,

es imposible discernir

y la separación es borrosa

—lo que la gente de astrologyzone.com

han terminado la “lágrima.”

¿Quién sabe quién tocó a quién primero?

Entonces cuando me di cuenta que lo perdí,

ese evento cósmico rarísimo que podría curar

cada impedimento sexual

lloré fuerte

en el metro, en el bus que atraviesa la ciudad,

en un banco solitario del parque

dando al Hudson.

Una mujer adulta portándose como una niña.

Había aprendido a no lastimarme, 

sabía que mi pérdida era pequeña

en la esquema general,

en esta ciudad donde cada segundo

alguien fallece, otra da de luz.

Mi cabeza entre mis piernas,

no podía aguantar la arremetida

de la primavera, mi parte en ella, 

las hojas ostentosas,

las flores entreabriéndose.

 

*********

 

The Pre-Raphaelite Effect

1

Midfternoon, the hum of porn fills the room: 

a redhead in a diaphanous catsuit

(love-bite on her breast-swell),

fearing no bondage, 

no slap of the whip.

Foreplay and more foreplay and a song sung on the soundtrack.

"Amber Lemons is from Jersey, not Malibu,

went to Catholic School." 

How do you know that?

Then she comes twice

nose-down like a small animal 

in faux grass by the kidney-shaped pool.

Is she faking? Is she faking?

2

Paramour—that's what I'd like to be called.

If we hadn't skipped so many steps at the start

you'd know my mom is part French.

And hate isn't as simpleminded as you think.

My hatred of Ruskin's landscapes, for instance,

is fairly sophisticated: although no women appear in them

I see poor Effie Gray in every sunset,

in every godforsaken river and ruin.

Sometimes the autobiography just creeps in.

I'm glad, after John rejected her,

that Effie was able to recover and marry again.

No, I've never tried cuttlefish or finished The Stones of Venice 

but several years back I wept watching Summertime.

Maybe if I were older or from the Midwest,

like Katharine Hepburn's character.

Adultery is always easier in the movies.

3

At the Apollo Diner some terms are too nebulous.

Some confessions are meant to be written

in permanent marker in a public restroom.

John is a popular name.

Last night I fell asleep with one hand 

pressed against the wall for balance

and woke to a pain shooting through my arm.

If only I'd practiced more restraint at that bar.

In retrospect I should've put down my foot.

In retrospect you're an open book:

sooner or later you'll pour the same 

Beam down some other girl's throat.

4 

Yes, if she weren't grinning, she'd resemble Jesus:

sheet-white, contorted, less busty than usual.

Where does the light come from? The candelabrum holds

only dead wicks and stumps of wax.

Do you keep this place frigid on purpose

so her nipples stay erect?

A commissioned artist can afford utilities, especially one

already "risen" according to that important critic.

No windows, no books but Kerouac,

who doesn't count. Vintage pinups on the carpet.

And too much time spent wasted, wasting away.

When she closes her eyes, where does her mind go?

Fruit bowl, stain on the floor, fruit stain, somewhere far.

5 

Something there is that doesn't love melodrama. 

When you said you finally understood Botticelli

we were sitting close on the Dogana steps.

That was four years ago: I'd panicked,

then missed the train to Munich.

The things we want to forget we can't.

A long time I stood on the Bridge of Sighs,

waiting for the water to answer back.

But all I'd planned to say anyway was congrats!—

the wife, the kid, the grant.

6 

A whole planet, like the face of a goddess,

silhouetted against the sun

just under 20 minutes:

the duration of Jeopardy! without commercials,

coffee with Mom, my commute home.

—But the precise moment of contact,

when Venus first touches the sun's edge,

is impossible to discern

and the separation's a blur

—what the folks at astrologyzone.com

have termed the "teardrop."

Who knows who touched who first?

So when I realized I missed it,

that rare cosmic event that could cure

every sexual hang-up,

I cried hard

on the subway, on the crosstown bus,

on a lonely park bench

overlooking the Hudson. 

A grown woman behaving like a child.

I knew better than to harm myself, 

I knew my loss was small 

in the larger scheme of things,

in this city where every second

someone dies, another gives birth.

My head between my knees,

I couldn't take the onslaught

of spring, my part in it:

the trees' showy leaves,

the flowers slowly opening.

La cariátide caída de Rodin

Se derrumba debajo de su piedra grande:

congoja, amor, lo que sea. Jarrón, urna, cuenco,

la copa de manos en el arroyo

—lo que contiene es el vacío.

¿Algún día se recupera

de perder la vasija quien la llevaba,

la empujó de un mundo acuoso a esto?

¿Es una imagen de perdición?

Una mujer grave contorsionada,

tumbada. Y aún

vemos su elegancia, sus curvos

suaves como una diosa que cedan a la tierra.

Es la piedra—lo que tiene—

o el peso de su cuerpo vaciado que le traiciona?


Rodin's Fallen Caryatid


She's collapsing under her big stone: 

woe, love, whatever. Vase, urn, bowl, 

the cup made of hands at the brook

—what holds is hollow.

Does a child ever recover 

from losing the vessel who bore her,

pushed her out of one watery world into this?

Is it an image of damnation? 

A grave woman contorted,

knocked over. And yet

we see her grace, her goddess- 

smooth curves yielding to the earth.

Is it the stone—what she holds—

or the weight of her hollow body that betrays her? 

Calle de las flores

 

No sé por qué me hice a un lado, en ralentí, justo antes de la Navidad, dos meses de nieve y sal

barridos a la cuneta, cada andariego chaparrito refulgente, un bebé Jesús de tamaño real renacido en la yarda de los DiPasquale,

por qué todo se vió distinto, como el bosque en que te perdías de niña se ve pequeña y decepcionante cuando regresas a él más crecida, 

porque no hace mucho que yo había salido de allá, menos de un año, y por lo que veía en el diciembre borroso,

más allá de la expansión leve del dispensario de la casa madre, donde las monjas enfermas, la mayoría de ellas maestras jubiladas,

convalecieron o fallecieron, donde yo era voluntaria durante la hora de estudio cambiando bacines y poniendo Hawaiian Punch en vasos de papel,

no habían renovado el edificio con chapitel que entraba día tras día, mi vestido de cuadros volviéndose más irónico con cada curva.

Qué egoísta es después de que te partes de un lugar dudar que podría funcionar sin ti.

Que todo sigue fue suficiente para hacer que me quiebre, viendo el lugarcito

que rodeaba con mi clase, cien de nosotras, en un blanco de Pascuas en otra temporada,

cantando mientras la reina de mayo y su corte ofrecían flores a la Virgen de piedra o nomás fingiendo cantar.

 


Blossom Road

I don't know why I pulled over, idling, right before Christmas, two months of snow and salt 

plowed onto the shoulder, each squat rambler aglow, a life-size baby Jesus reborn in the DiPasquale's front yard, 

why everything looked different, the way the woods you got lost in as a kid seem small and disappointing when you return to them older,

because I hadn't been out of there that long, less than a year, and as far as I could tell in the December blur,

beyond the slight expansion of the motherhouse infirmary, where the sick nuns, most of them retired teachers, 

convalesced or passed, where I'd volunteered during study hall changing bedpans and pouring Hawaiian Punch into paper cups,

they hadn't renovated the spired building I'd entered day after day, my plaid jumper becoming more ironic with each curve.

How selfish it is after you leave a place to doubt that it could function without you.

That it all goes on was enough to make me crack, facing the grotto

I'd stood around with my class, a hundred of us, in Easter white in another season, 

singing as the May queen and her court offered flowers to the stone Virgin or just pretending to sing.

 

*************

 

Traducción: Julia Leverone 
Lindsay Bernal. Born and raised in Rochester, NY, Lindsay Bernal holds a B.A. in English and Spanish from the University of Virginia and an M.F.A. in Poetry from the University of Maryland, where she coordinates the Creative Writing Program and the Writers Here & Now reading series.

Her first collection of poems, What It Doesn't Have to Do With, selected by Paul Guest as a winner of the 2017 National Poetry Series competition, was published by the University of Georgia Press on September 15, 2018. The recipient of a scholarship from the Bread Loaf Writers' Conference and a fellowship from the Dorothy Sargent Rosenberg Memorial Fund, Lindsay divides her time between Front Royal, VA, and Washington, DC.