LÊDO IVO. Maceió, Brasil (1924. 2012). Traductor de Dostoiévski y Rimbaud. Estuvo dos veces en Caracas. La primera vez en 1995, me dejó varios de sus libros con los que armé una antología que publicaría la Editorial Luna Nueva, de la UNIMET, año 2000. En 2011 volvió a Caracas para presentar su libro “El silencio de las constelaciones ocultas” publicado por Monte Avila Editores.
Para mí, la poesía es el arte de hacer poemas; una de las expresiones de la creatividad humana, de la memoria del mundo. Y es el uso supremo del lenguaje, una operación de encantamiento.
Escribo poemas cuando soy visitado por mí mismo. En ese momento en el que el poeta se revela y que llama inspiración, aunque sea el momento de una expiración, de un movimiento que viene de adentro, del inconsciente, hacia afuera.
Soy fruto de una vocación. Desde la infancia deseaba ser un escritor, un poeta, alguien destinado a hacer un uso artístico y creativo del lenguaje.
Paso las tardes, las noches, los días con los poetas de mi predilección, que son incontables. Entre ellos destaco a Camões, Shakespeare, Dante, Quevedo, Góngora, Víctor Hugo, Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, Yeats, Antonio Machado. Una verdadera galaxia de poetas. Buda y Jesús Cristo, Shakespeare y Mozart también son indispensables.
Tanto para el poeta como para el lector atento, la poesía debe ser una relectura constante, un redescubrimiento interminable, pienso que ellos deben releer siempre sus poetas predilectos, y buscar nuevos descubrimientos.
Yo le recomendaría a un joven poeta reconocer que la poesía no es solo vocación y talento. Es fundamentalmente estudio, trabajo y búsqueda incesante de perfección y maestría técnica.
Poesía y ecología:
En mi poesía la naturaleza está presente, con sus bosques, pájaros, ríos y océanos, tierras y cielos, planicies y montañas, animales y gente: Me siento ligado a la Madre Tierra como si fuera un cangrejo. Formo parte de La naturaleza. Y apoyo los movimientos dedicados a proteger el planeta Tierra, que es nuestro tesoro común, la patria de todos los hombres.
Sobre poesía y poder:
La relación de la poesía con el poder, no depende del poeta, sino del sistema de poder. Porque el poeta debe estar en la certeza, de que la poesía es siempre una transgresión. La poesía tiene su orden, un orden poético, la poesía obedece a las leyes del arte, de la simetría. Pero sobre todo a las transgresiones del decir.
Es muy difícil hablar de esto porque los poetas son diferentes. Hay poetas que apoyan al poder, hay poetas contra poder, y hay poetas indiferentes al poder, por ejemplo hay poetas como Pablo Neruda y Aragón, que apoyaron los regímenes comunistas, el stalinismo, que fue el sistema más despiadado, más cruel y genocida del mundo. Hay otros poetas que apoyaron a sistemas conservadores como Paul Claudel, Paul Valery, etc. Ha habido poetas que surgieron contra el poder y que han padecido el exilio, de modo que no se puede uniformar, porque hay otros poetas que se adhieren a ideologías y defienden esas ideologías. Yo creo que en el fondo lo que lleva a esos poetas a apoyar regímenes autocráticos y a dictadores, tal vez sea un sentido de justicia al creer que un dictador o gobiernos autoritarios tienen condiciones para cambiar el orden del mundo que es muy injusto, de manera que es una pregunta muy complicada. Muchos poetas han sido víctimas del poder como Anna Ajmatova, Marina Tsvetáyeva, Boris Pasternak, Lorca y muchos otros.
¿Y Ledo Ivo en qué lugar está en todo esto?
Yo soy pro democrático, pienso que estoy en el centro del centro, que soy pro un Estado que respete la libertad, que haga justicia, que se ocupe de la justicia económica. Creo en un Estado centrado principalmente en la educación. Creo que la educación es la gran revolución silenciosa, que a través de la educación es posible cambiar la sociedad, volverla más justa, a través de la educación y de la cultura. Yo creo en esas revoluciones silenciosas.
Poeta, vamos a meternos un poco más en esto….
Bueno, a lo largo de los siglos, la posición de los gobernantes y poderosos, ante la creación literaria y artística, ha sido muy variada, y va desde el apoyo ostensivo hasta la persecución más cruel. La historia registra la actuación de emperadores, reyes, y papas que patrocinaron las letras y las artes y contribuyeron decisívamente a enriquecer el patrimonio cultural del mundo, legando pinturas, esculturas, palacios, catedrales y propiciando la publicación de grandes clásicos. Luis XIV por ejemplo estableció cánones para que la literatura francesa del siglo XVII fuera uno de los periodos más fulgurantes de la cultura occidental. En el otro lado de la moneda Hitler y Stalin persiguieron despiadadamente la libre creación artística, y solo concebían la litertura y el arte como una propaganda de Estado.
De cualquier forma, no se debe olvidar el papel de los mecenas en la producción artística de la humanidad. Con el advenimiento del Romanticismo, en el siglo XIX, los escritores se volvieron hacia el lector común (Victor Hugo, Balzac, George Sand, etc), y los pintores escultores y músicos hacia los consumidores privados. Esta situación perdura hasta hoy.
Aún el Estado moderno poesee el Ministerio de la Cultura, creado por Adolfo Hitler, para incentivar y apoyar las manifestaciones culturales. Paul Valéry sustentaba que la cultura es un valor de Estado, y por eso debe ser protegida por este.
Lo otro que pasa es que el artista o escritor es muchas veces una voz incómoda para los gobiernos, al denunciar la miseria social y económica de sus países. ¿Debe el Estado financiar esa voz disonante o acreditar solo a los que lo alaban? ¿Deben o pueden los grandes empresarios fiananciar manifestaciones artísticas que pregonan el cambio del mundo y del escenario social y económico existente?
Te voy a dar un ejemplo curioso. En Brasil, el cine es, hace más de medio siglo, financiado por el Estado, y los resultados son bien parcos, salvo algunas excepciones. En Argentina se apoya la iniciativa privada, y es un cine original y vigoroso.
En suma, entiendo que la política cultural varía de país en país, siendo imposible establecer para ella una posición uniforme. Por otro lado, no creo que sea decoroso que el artista o escritor se convierta en un mendigo que suplica el financiamiento del Estado para publicar sus sonetos, novelas o ensayos. Es preferible que el Estado vele por el patrimonio cultural y artístico acumulado, protegiendo las creaciones del pasado, a través de museos, reediciones, bibliotecas, o apoyando espectaculos colectivos como la danza el teatro y la música.
La creación artística y literaria contemporánea que se produce en nuestros días debe buscar mantenerse por sí misma y no ser una servidora dócil de los gobernantes, los cuales, siendo el poder, solo piensan perpetuarse en el poder.
Casi siempre, el poema más bello, la pieza de teatro más instigante, la novela más sorprendente y la pintura más transgresora, no son producidos por artistas apoyados por el Estado, pero sí por artistas solitarios e indiferentes al poder político y monetario del Estado, e incluso perseguidos por este.
La literatura rusa, esplendorosa del siglo XIX, con Gogol, Dostoievski (que llegó a ser condenado a muerte por el Zar) Tolstoi, Turgueniev, Tchekhov, se tornó una caricatura con el Realismo Socialista impuesto por Stalin. Y solo los perseguidos y silenciados, como Anna Ajmátova, Ossip Mandelstam, Boris Pasternak, Joseph Brodsky, Marina Tsvetáyeva, (y eso, sin hablar de los fusilados o muertos en las prisiones de Siberia), proclaman la existencia de una gran literatura rusa en el siglo XX.
Para honra y gloria de la literatura, la persecusión del Estado es más deseable que el apoyo y la adhesion. El mártir literario es más edificante que el gordo y astuto pedigueño de discurso oficial.