GUAYABO Cuando niña de visita a Urama recogía, abría y revisaba guayabas para todos, hasta que un viejo me dijo que así no se comía la guayaba, que había que cerrar los ojos y que si tenía o no tenía gusano era cosa de dios o de sorpresa en el fruto que saliera con mejor sabor. Yo seguía las instrucciones y me comía cada tarde con las tripas revueltas todos los gusanos de Urama. Posiblemente ese haya sido el primer contacto de mi lengua con el sabor de la muerte en los mejores frutos. Con el tiempo aprendí a hacer mermelada, a desaparecer el tacto baboso y frío en el hervor de la hornilla, aunque siempre sintiéndome cobarde. Hoy quisiera otorgarte aquel sabor. Pedirte incluso que no me permitas olvidar la paciencia o el error de aquella niña de diez años sentada a la sombra cada tarde y aprendiendo, sin saber, a tragar tu pedazo de muerte y tu pedazo de vida. Gabriela Kizer El cielo tiene un lado sordo Mi esposo me ha dicho que no le siga hablando que si yo quiero él va y le pregunta qué le pasa Mi esposo prefiere que yo mire para abajo Aquí los vínculos son más fecundos Aquí si tengo que orar me perfumo (Los perfumes se ofrecen como oraciones) Aquí tengo un libro lleno de lamentaciones, gemidos y ayes (Yo no he querido comerme el libro que me ofrece el ángel) Aliméntate, me pide mi esposo Aliméntate Aliméntate El cielo tiene un lado sordo Aquí si tengo que orar me perfumo Patricia Guzmán PARECE OTOÑO Parece otoño. Tu nombre se oye en el crujir de las páginas amarillas. Me recuerdan que no te he visto que todo termina, que las estaciones se suceden y que a veces es sabio esperar el poema redondo, la carta que no llega, el verte no sé cuando. No fui hecha para las esperas pero aquí estoy, con los ojos bien abiertos, por si anochece. Adriana Gibbs Tuve que preguntar por el olvido son santos los inventos de recuerdos sus resonancias. Tuve que narrarme y describirme lo que no me contaron mis andanzas a cluecas las cuentas de las líneas y una solitaria trampa de jugar y ganarle al invisible. Aún así no creo aunque las cuentas de las líneas, los puntos, la no pregunta de Perceval, la nunca pregunta. Callar es hablarte mas nadie escucha el eco de la mente ni se adivina. Astrid Lander JET LAG La cocina era una celebración de la vida Seis langostas El mejor de los vinos “Esto es, Quele, por tu viaje” Y brindamos esa noche Cuando mi padre y su amigo Toton Decidieron botar la cocina por la ventana Y sorprendernos “Toton era así”, evoca mi padre Por el vino, el vodka O las langostas Esa noche quedó en nosotros La imagen de mi hermano y tío Charles Disertando sobre el mundo En el jardín de San Pablo Que tanto conmovió a mi madre (los detalles) En todo eso pensaba en el avión sobre el Atlántico Y todavía pienso Los viajes son un poco eso Cuando uno va o viene Y los encuentra intactos Ahí donde los sabíamos Preservados por la memoria Que todo lo guarda y protege Blanca Elena Pantin Mi madre prefiere la enramada del silencio levantarse temprano a buscar su agua clara iniciar cada mañana el lento brocado de los días Lanzar flores a los lagos profundos del alma Sembrar tortolitas Con el cristofué bordar los aromas de la tarde Erguirse bajo el cristal de los años Ofrecer su ritual al espejo sacerdotisa del culto a mi padre: arcilla perfecta a su exacta medida Maritza Jiménez Arrodillada creyéndome álamo desnudo y con el peso del cielo. Un charco de junio busca mi rostro, se burla igual que los muertos de mis manos. Una soledad larga y cercana como una luz de mayo es mi adiós. Estoy sola con mis voces, con los gestos que viven de lo añorado, en este barro que me hace feliz Carmen Verde Arocha HOMENAJE Presa de la luz mi madre bate sus alas ciegas en la noche Pequeñas marcas en la piel agujas, lamentaciones Se trata de la infancia tan hondamente perdida el color del cabello el óvalo del rostro Mi madre descansa sobre la pared blanqueada mientras en la sed de los espejos el sueño se fatiga Yolanda Pantin BOGARES En esta noche de luna huida tú la inventas con tu cuerpo desnudo erizado en el frío que no sientes. Tu pálpito dejó ya de ser de esta tierra. Has ganado la levedad de lo nocturno, su silencio. Lenguas mudas lamen sin prisa las arenas, luces dubitativas saben cortar el perfil de un ave, rumores de hojas se deslizan como cuchillos afilados sobre las piedras. La luz se vuelve polvo para amarte. Cierra los ojos a la vida insatisfecha de los bosques, seca tu sudor, cede a las palpitaciones, no de las ninfas engañosas, a las del torrente que nace en tus sienes. Entrégate a este bogar que habría de llevarte corrientes abajo hacia el lecho definitivo el temido abismo mostrará tu imagen sumergida ajena a las flores y al tiempo. Desnudo ya, desembarazado de ti Ya. Moraima Guanipa XIII Desoculto la memoria de las trampas ordinarias, y me entrega una desordenada cabellera de nostalgias. Afuera llueve sobre mi ciudad, pero mi cuerpo se prolonga entre Gobelins y Gay Lussac. Podría subirme a cualquier autobús, como siempre, con el estómago asustado. Podría contarte cuantas veces se mojaron mis pies en las calles resbaladizas refugiándome en los rescoldos de las tiendas. Esa tarde, guardé mi mejor imagen de la lluvia en parís: una mujer tomaba notas de Dios sabe qué, en la parada del Montmartrebus, con un cuerpo apocado y un luto de esperas. Será porque me estremecí para siempre, al verme en ambos sentidos de la calle sentada. Ahora que escucho el aguacero, su crepitar no se parece a mi recuerdo, casi un murmullo constante, como el que se desprende de las pinturas de la catedral de Rouen, cuya tristeza a cualquier hora del día me resulta endémica. Yo callo mis dolencias, las recito a solas como un rosario, allí inseparables, acomodando sus ballestas cada tarde. Pero tú el más cruel, tú estás en el interior de todos los murmullos, donde nunca deja de llover. Albanela Pérez-Suarez