Kythe Heller

Kythe Heller. Poeta, ensayista, artista interdisciplinario y erudito que completa un doctorado en la Universidad de Harvard en Religión Comparada y Práctica de Artes y Medios.  También es practicante de sufismo y estudiante de M.R. Bawa Muhaiyaddeen. Ha publicado dos libros de poesía: Immolation (Monk Honey) y Thunder (WICK: Harvard Divinity School). Es fundadora de Vision Lab, un colectivo de creativos que trabajan en espiritualidad, artes, justicia social, medio ambiente y tecnología. Actualmente es profesora en la Universidad de Harvard y en la facultad del Programa de Lenguaje y Pensamiento en Bard College. El poema que ofrecemos pertenece a su más reciente libro: Firebird, recientemente publicado por Arrowsmith Press, Revista dirigida por Askold Melnyczuk

A FLOR DE PIEL


A Flor de Piel

Dentro de mí una niña está de rodillas, pero no la conozco.

Tocando y no tocando

la mortaja de rosas que cose pétalo por pétalo

en el piso.

Como si lo que tocan sus dedos

podría decirnos lo que hemos perdido -

Cómo todo se perderá.

Puedo oír su plañido agudo

mientras las rosas se des recuerdan y toman formas nuevas.

*****
Como si lo ausente hablara a través de nosotros.

Como si recordaramos todo lo que está por venir.

Y la incomodidad de la mortaja

que se ajusta sin el cadáver.

Como si solo el estar muerto fuera lo suficientemente frágil

para lo que la tierra quiere decir.

Dentro de mí su ojos se oscurecen. Agujas oscurecidas cosen

una prenda espectral que recuerda y olvida.

Mi cuerpo se llena de humo, dice ella. Le salen huecos.

Un país que no puedo tolerar más,

tan precario como el espacio y el tiempo,

dos formas de movimiento como una cruz. El cuerpo es

una metáfora, sus deseos

clavos por sacar …

*****
La marca que hace una aguja cuando aparece

desaparece entre los pliegues.

Su cuerpo sutura el borde

oscuro entre el techo y la luna.

Cosas que me encierran y cosas que no puedo tocar.

Tan cercanas.

Dentro de mí una niña estaba de rodillas. Volvió a su casa después de un largo viaje

pero la casa nunca estuvo allí.

(Dentro de ella algo lloraba todo el tiempo todo el tiempo.)

La pequeña llama dentro de ella temblaba como un ojo.

*****
¿Entró?

¿Abrió su pecho destrozado y

pasó por los labios los pétalos de rosa

que fluyen por sus huesos?

¿Qué tenían ellos que ver con su alegría o dolor?

*****
Ella era aquella cosa innombrable:

el cuerpo como un campo despojado,

su tierra desnuda, luego quemada—

Sólo el espíritu siguió buscando por la tierra;

nadie sabe consolarlo.

Es como el momento cuando un extraño,

digamos, en la cena, te pregunta: dónde está tu casa? y titubeas --

y mientes y dices que vives en Brooklyn.

Lo que ves en ese momento

es lo que ve el espíritu:

¿Por qué mentiría? ¿Será mi voz

como la tierra carbonizada, la voz de cenizas?

¿Quién te crees que eres

espíritu brincando de mundo encendido

a mundo encendido

como una piedra a través

de sus imágenes borrosas—

****
¡Un pájaro voló a través de mi cuerpo!

¿Incapacitó la alegría?

La herida había ocurrido antes.

La alegría - antes

de que supe que era mía -

voló a través del campo carbonizado

una venda dentro de mi cuerpo

arrancada de la separación—

¡O mensajero!

Nunca sabes la diferencia

entre tu propio corazón que bombea 1,640 latidos por minuto

y el corazón del mundo en el que vuelas.

Qué confianza.

Debe ser por eso que los cantos de los pájaros

son más que la soledad,

tan íntimos y silvestres que se deslizan dentro de tus profundidades

y allí desaparecen—

tan completamente tuyos que casi no sabes

lo que canta dentro de tí—

*****
Me he arrastrado a través de la montaña. Directamente a través

del bloque de resplandor que fue

tu cuerpo, Amor -esa confusión.

[ ... ]
Ahora no me asombro con el perfume asombrante

de almizcle que emana de tu piel cuando levanto las cobijas—

[ . . . ] por un momento, sostengo el cielo nocturno a mi pecho

y toda su fragilidad.

En ese corazón ¿de qué sirve morir o nacer de nuevo?

Traducción: Robin Ughart


A FLOR DE PIEL
Inside me a girl is kneeling, but I do not know her. Touching and not touching

the shroud of roses she sews petal by petal

on the floor.

As if what her fingers touch could tell us what we have lost— How everything will be lost.

I can hear her sharp keening

as roses disremember into a new shape.

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As if what is absent speaks through us.

As if we remember everything that has yet to happen. And the awkwardness of the shroud

arranging itself without the body.

As if only being dead were fragile enough for what the earth has to say.

Inside me her eyes grow darker. Blackened needles sewing a spectral garment she remembers and forgets.

My body gets smoky, she says. Gets holes in it. A country I can no longer tolerate,

precarious as space and time,

two forms of motion as a cross. The body is

a metaphor, its desires nails to be removed ...

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The mark a needle makes as it appears disappears between the folds.

Her body sutures the dark border between the roof and the moon.

Things that enclose me and things I cannot touch. They are so near.

Inside me a girl was kneeling. She returned home after a long journey but home was never there.

(Something sobbed in her all the time, all the time.) The small flame in her shivered like an eye.

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Did she climb in?

Part her shattered chest and lick at the rose petals flowing over her bones?

What did they have to do with her happiness, or grief.

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She was that last, unspeakable thing: the body like a field

stripped to bare ground, then burnt—

Only the spirit kept searching the ground; no one knows how to comfort it.

It’s like the moment a stranger,

say, at dinner, asks you: where’s home? and you hesitate— then lie, and tell him you live in Brooklyn.

What you see in that moment is what the spirit sees:

Why should I lie? Is my voice

like the blackened earth, the voice of cinder?

Who do you think you are spirit skipping from lightworld to lightworld

like a stone through its smeared reflections—

62
A bird flew through my body! Incapacitating joy?

The wound had happened before. Joy—before

I knew it was mine—

soared through the blackened field

a bandage inside my body torn off from separateness—

O messenger!

Never knowing the difference

between your own heart pumping 1,640 beats a minute and the heart of the world into which you fly.

What trust.

That must be why birdcalls are

beyond loneliness,

so intimate and wild they glide right into the depths of you and disappear there—

so completely your own you hardly know what is singing in you at all—

63
I have crawled straight through the mountain. Straight through the block of brightness that was

your body, Love—that bewilderment.

[ ... ]
Now there is no amazing scent of musk

rising from your skin when I lift the bedclothes—

[ . . . ] for a moment, I hold the night sky to my chest and all its fragility.

In that heart, what point is there in dying or being born again?