NIDIA HERNANDEZ. Estonia es un país bellísimo, lo tengo presente porque de ahí es Arvo Pärt, uno de los más grandes músicos contemporáneos, y estuve siempre segura que los poetas serían igual de excelentes, así que en mi búsqueda llegué hasta quizás el mejor de estos tiempos: Jüri Talvet, Estonia, 1945.
Para mí, la Poesía es un intento de hablar al mismo tiempo con Dios y conmigo mismo, considerando a Dios más allá de los muros de la iglesia, más bien como la encarnación de la Suprema Verdad o del Espíritu Absoluto, sin definir su sexo o género.
Si de este monólogo-diálogo, un diminuto fragmento perdura en el tiempo y en el espacio, algo más que la vida biológica de su autor y se hace audible para una parte sensible de la humanidad, creo que el poeta ha cumplido su misión en la tierra. También estoy muy de acuerdo con una definición aún más breve de la poesía, en la que, curiosamente, han coincidido casi literalmente dos poetas; el estonio Juhan Liiv (de cuya obra me he ocupado últimamente con cierta intensidad) y el griego Nikos Kazantzakis. Liiv (1864-1913) nos dice: “La poesía es viento/ y se pudrirá la tierra/ sin el viento.”
Mientras que Kazantzakis (1883-1957), por su parte observa: (lo cito de memoria, a partir de una conferencia que oí sobre su obra) “la poesía es la que no permite que se pudra el mundo”.
En relación a cómo me voy aproximando a la poesía, para mí es un impulso que viene de la realidad, un acto íntimo-existencial en primer lugar. Todo el resto, la construcción lingüística, el arte, el ritmo, es complementario. Es imprevisible, nunca se descarta un fracaso. Es y quedará siempre un intento. Para mí, no es un oficio. Muchos de mis poemas de mis últimos libros, han tenido su germen en mis sueños nocturnos. Sin embargo, no todo sueño sirve para la poesía, y de los que sirven, no siempre sale un buen poema. Éste es un milagro. No puede ser un ejercicio de todos los días. Surge cuando hay una feliz coincidencia de circunstancias. Es inesperado, no se puede planificar.
En verdad, hay que poner la “decisión” de ser Poeta entre comillas. No lo podemos decidir por nosotros mismos. Es un don provisto por la naturaleza o, si se quiere, por Dios. Alguien tiene que notarlo y apreciarlo. Para mí fue esencial que en mis años de la escuela básica algunas maestras notaran mi talento para poesía. Iba en mi ciudad natal Pärnu a una escuela que llevaba el nombre de nuestra gran poeta estonia del “despertar” nacional, Lydia Koidula (1843-1886). Ya muy tempranamente creo que en el segundo año, participé en un concurso de poesía dedicado a Koidula. Me destacaron, aunque mi poema era muy elemental. En cuanto a mi “arte poética”, sólo sabía que un poema tenía que tener rimas al final de cada verso. Luego una maestra de la escuela siempre me animaba a escribir poemas y los apreciaba, en el bachillerato, recuerdo que se me acercó y me aconsejó que continuara escribiendo poemas, pues como dijo; “más tarde te harás crítico y ya no saldrán poemas”. Tenía razón. Le estoy muy agradecido a ella. Puede ser que por hacerme demasiado “crítico” en los años que siguieron, hubo un largo intervalo en mi actividad poética. Volví a escribir poemas luego de pasar tres años en el servicio militar obligatorio en Riga y cinco años de estudios de filología inglesa en la Universidad de Tartu. Publiqué mi primer libro de poemas muy tarde, en 1981, cuando varios autores de mi generación o un poco mayores ya se habían consagrado como poetas.
Publiqué mis poemarios con grandes intervalos en el tiempo. Mi segundo libro; El sagitario y el grito, (1986) mereció algunas críticas, mientras que el tercero; El progreso del alma, (1990) y el cuarto, pasaron casi en silencio. Sin embargo, en 1997 –fue una sorpresa completa para mí– me otorgaron el prestigioso Premio Juhan Liiv, por mi poema “Armastus” (“El amor”). Un poco antes, había empezado a colaborar con el poeta norteamericano Harvey Lee Hix. A base de mis propias versiones iniciales, él adaptó varios poemas míos al inglés, que se publicaron en algunas revistas norteamericanas y británicas. Creo que fue en aquel entonces cuando empecé a sentirme poeta, de verdad. De modo que como poeta, soy “joven”, del siglo XXI. Todos mis libros traducidos en el extranjero se han publicado en este siglo. En esto, han tenido un papel clave dos grandes amigos; el español Albert Lázaro-Tinaut y el ya mencionado Harvey Lee Hix. Sin ellos, no creo que mi obra poética hubiera traspasado las fronteras de nuestra lengua estonia, una lengua hablada por sólo un millón de almas, que muy poco se conoce en el ancho mundo.
Lo que más me podría gustar de ser poeta, es sobre todo esa incertidumbre que satura todo el campo poético. Por un lado, es cierto que todo poema verdaderamente logrado es para mí, una gran satisfacción creativa. Por otro lado, también el peligro de fracasar nunca desaparece. Creo que es así con todos los poetas, incluyendo a los que más fama y reconocimiento han merecido. Hay quienes se imaginan que una vez que han publicado algunos libros y han oído algún aplauso público –no pocas veces producido por sus amigos críticos… –, ya les está garantizado el “oficio” del poeta. No estoy entre ellos. Por supuesto, hay que intentar mantener la fe del poeta, pero nunca me ha parecido bueno un exceso de auto-admiración o una desmesurada confianza en que todo lo que surge de tu pluma, tiene que ser reconocido inevitablemente como poesía.
Supongo que en mi poesía he “cubierto” casi todos los temas que me han emocionado, su cambio refleja mi propia maduración como persona. En mis primeros poemarios predominaba el tema amoroso, había más erotismo. Estaban matizados por una postura filosófica existencialista, que creaba una tensión entre el deseo y la responsabilidad. A partir de mi tercer libro, publicado en vísperas de la nueva independencia política de Estonia, entra más visiblemente la preocupación social. Mi cuarto libro incluye un largo poema de doscientos versos, “Elegía Estonia”, en el que partiendo de la tragedia del hundimiento del ferry “Estonia” en el Mar Báltico, en 1994, con casi 900 ahogados, hago un recorrido de nuestra historia y cultura estonia, en un trasfondo de la historia y filosofía occidental. A partir de mi quinto libro (2001) me ha inspirado mucho el nacimiento de una nueva hija en nuestra familia. Esta hija tiene ahora 14 años. En mis últimos libros, la meditación sobre los límites de nuestro tiempo individual se hace predominante, en parte impulsada por el fallecimiento de mi madre, en 2007. Mientras que en mi ideario anterior tuve ciertas coincidencias con el existencialismo (que no era solamente de Sartre o Camus, sino y mucho más importantemente para mí, de Quevedo, Calderón, Byron, Unamuno….),
Quevedo en uno de sus sonetos, imaginaba que a veces el amor podía encender su fuego en dos soles simultáneamente, con toda probabilidad el amor en el sentido más honesto no puede dividirse. Amo sólo a Juhan Liiv, a muchos otros admiro. Liiv, No fue igual en todos sus poemas (de los alrededor de mil poemas que nos dejó en manuscrito, sólo una tercera parte de su obra tiene valor y ha merecido ser publicada), lo mismo se puede decir de la gran mayoría de los poetas. Como casi durante cuarenta años he enseñado un curso comparado de literatura occidental en la Universidad de Tartu, se han hecho ya leales compañeros de mi vida, Dante, Petrarca, Chaucer, Jorge Manrique, Villon, Shakespeare, Ronsard, Juan de la Cruz, Calderón, John Donne, Quevedo, Góngora y otros. La poesía moderna empieza para mí con los grandes poetas románticos europeos y sobre todo con el norteamericano Walt Whitma. Del siglo XX, los máximos genios poéticos han sido para mí: T. S. Eliot y Federico García Lorca, poetas opuestos entre sí en muchos sentidos. Pero hay que aprender a apreciar diferentes estilos poéticos. La poesía tendría poco valor si todos se esforzaran a toda costa en imitar por ejemplo a Walt Whitman. La gran poesía se identifica por sus búsquedas estético-filosóficas.
La mayoría de nosotros obramos en cierto campo determinado y mediante este trabajo contribuimos, como ciudadanos, con nuestros países, y sociedades. En un simposio de nuestros semióticos uno de los ponentes habló de la necesidad de investigar la realidad “desde dentro”, para complementar lo que suele hacerse “desde fuera”. Creo que en el campo de la literatura, del que soy investigador, casi la única posibilidad de conocer la materia “desde dentro” sería participar en la creación misma de esta materia. Espero que mi actividad poética me haya ayudado a lograr ciertas interpretaciones y visiones novedosas al margen de las concebidas en las “escuelas” de investigadores especializados. Así, la Poesía ha defendido mi apertura, mi independencia en el trabajo por la cultura de mi país. Y por supuesto, espero que un diminuto fragmento de mi obra poética perdure en el tiempo. Sobre esto, sin embargo, no podemos nosotros los vivos pronosticar o decir nada definitivo. Como bien ha observado el sabio aragonés Baltasar Gracián, “nadie aparece hasta que desaparece”…
He tenido siempre muy presente en mi poesía este mundo en el que nos ha tocado a vivir. En la época soviética la censura vigilaba todas las publicaciones, y por supuesto, para evitar persecuciones, nos sometíamos a cierta autocensura. Para aludir a los defectos del sistema político, muchos poetas recurrían en sus versos a un simbolismo complicado. Por otro lado, ya por su naturaleza, la poesía es siempre más congenial con un simbolismo que con una expresión llana y directa.
Creo que un poeta debería evitar meterse en la política concreta, esta que suele servir los intereses del poder. Su tarea como ciudadano e intelectual comprometido socialmente es más bien intentar alumbrar los procesos sociopolíticos concretos desde una posición filosófica, apoyándose en la experiencia (y sobre todo en los errores) históricos de la humanidad. Para dar un ejemplo, en esto veo la diferencia entre García Lorca, por un lado, y algunos poetas amigos de su generación, como Pablo Neruda, Miguel Hernández y Rafael Alberti, por el otro. Mientras que éstos no sabían evitar elogiar, en algunos poemas suyos al dictador Stalin y la URSS estalinista –sin diferenciarse en nada del gran coro de los poetas soviéticos, serviles lacayos del régimen terrorista y criminal–, Lorca mostraba sus simpatías y preferencias ideológicas mediante una imaginería filosófica, telúrica.
Según mi opinión un poeta debería intentar mantener su posición ideológico-política independiente, es decir, hace falta una distancia con el poder. Incluso en condiciones democráticas el poder económico-político, manejado en la mayoría de las sociedades por el género masculino, pocas veces logra evitar la corrupción que daña seria o aún más criminalmente, los intereses de la sociedad.
Casi todos los grandes poetas occidentales del pasado, de Dante Alighieri y Francesco Petrarca hasta nuestro Juhan Liiv han manifestado en su obra una gran sensibilidad por la justicia social. Estando de parte del poder y compartiendo sus privilegios, los intelectuales suelen perder su sensibilidad hacia el pueblo y la sociedad. Es claro que escribir buena poesía social nunca y para nadie ha sido fácil. Por su naturaleza, la esfera de la poesía es íntima. Pero tampoco apruebo que los poetas a priori limiten su campo de visión, evitando temas y compromisos sociales. Estoy convencido de que un buen poeta tendría que quedar abierto al mundo que le rodea, en su totalidad.
Los escritores humanistas del Renacimiento levantaron su voz contra tiranías, violencia y guerras, contra todo lo que humilla al ser humano y la humanidad. Defendían la naturaleza y el ser humano como parte inalienable de ésta. Sin la enorme contribución de ellos y luego de la gran cultura del romanticismo europeo en el siglo XIX, la emergencia de las mujeres en el proceso histórico hubiera sido mucho más lenta. Es el tema de mi último libro de ensayo, que escribí a finales del año pasado, no se ha publicado todavía. Sin duda, es importante el movimiento por la paz en el mundo de hoy, pero no creo que traiga muchos cambios hasta que no se hayan modificado las matrices económico-ideológicas.
La mujer tiene un papel clave en este cambio hacia más justicia en el mundo. Es un proceso lento, pero irreversible. No va a coincidir con las revoluciones hechas en el pasado sobre todo por los hombres (el género masculino), en nombre de cambios rápidos o instantáneos. Los poetas pueden contribuir a este proceso creando buena poesía, capaz de aumentar la sensibilidad de la humanidad, oponiéndose a los excesos del “progreso” materialista y tecnológico. Éstos sobre todo, unidos al antiguo vicio y pecado principal del hombre, la avidez, son responsables de la crisis actual, que puede ser fácilmente el comienzo de una serie de cataclismos mayores
Para complacerte con la meditación que me pides sobre la Madre Tierra, yo le diría a la humanidad que no debemos olvidar que somos parte de la naturaleza. Si en nombre de los “triunfos de la civilización” la seguimos destruyendo, poca esperanza de redención quedará para el mundo y los humanos.
Y a un joven poeta yo le recomendaría, que evitara, lo más posible, imitar a cierta manera establecida. Quedar abierto tanto a búsquedas de expresión como a la vida. Y no olvidar, que el amor ha sido siempre la más leal fuente de inspiración poética.