John Freeman

EEUU, 1974. Escritor Crítico, Ensayista y Editor. Escribe la columna Streetscapes para The New York Times, en la que devela las biografías ocultas de los edificios históricos de Nueva York y sus ocupantes. Neoyorquino de nacimiento y antiguo reportero de la sección City del Times. Su obra ha sido antologada en dos colecciones del New York Times y ha aparecido en The New York Times Magazine, The Atlantic, The New York Times Book Review, The Washington Post Book World, New York magazine, The New York Observer, Salon, Literary Hub y muchas otras publicaciones. Graduado summa cum laude por la Universidad de Yale, donde ganó dos premios y fue elegido miembro de Phi Beta Kappa, obtuvo un máster en escritura por el Sarah Lawrence College. En 2022 publica su poemario: Viento, ArbolesVive en Brooklyn con su mujer, sus tres hijos y un puñado de gárgolas.

John Freeman.

ENTRE LOS ÁRBOLES.

Todas las mañanas, en el parque, Martha se detiene
bajo las coníferas, con las patas en las agujas secas,
la parte de nuestro paseo diario en la que

ella me permite besar su tranquila cabeza alemana
cabeza. Muy lejos de las cacerías de jabalí y las cacerías de faisán
para las que fue criada en la Sajonia de 1800.

Los abetos también son emigrantes. El bosquecillo
plantado para atemperar los vientos en el recién
bosque despejado. Ahora se mantienen

separados, trasplantados como todas las almas vueltas
las unas hacia las otras, mientras nosotros pasamos
atravesando, un viento más suave.

AMONG THE TREES

Each morning on the common, Martha stops
beneath the conifers, paws on dry needles,
the part of our daily stroll where

she allows me to kiss her stilled German
head. A long way from the boar hunts and pheasant
shoots she was bred for in 1800s Saxony.

The spruce are emigrants, too. The copse
planted to temper winds on the newly
cleared wood. Now they stand

apart, transplants like all souls turned
toward one another, while we pass
through, a softer wind.

The Secret Country

Before they go the way of Checker cabs
rotary phones, cassette tapes or bootjacks,
let’s remember that riding to work on the upper deck
of a London bus as it brushed the skirted canopy
of trees in late spring was like stepping
into the green-lit rooms of shade and wonder
we’d been promised as children, scratch
of branches along its red roof, the whoosh
of leaves music to a den we need to move
past to see we’ve been living in it all along.

El país secreto

Antes de que sigan el camino de los taxis Checker
los teléfonos fijos, los cassettes o los enchufes,
recordemos que viajar al trabajo en el piso superior
de un autobús londinense mientras rozaba la copa de los árboles
de los árboles a finales de la primavera era como entrar
en las habitaciones iluminadas de sombra y maravilla
que nos habían prometido de niños, el rasguño
de las ramas a lo largo de su techo rojo, el silbido
de las hojas, música de una guarida que tenemos que mover
para ver que hemos estado viviendo en ella todo el tiempo.