John Donne

John Donne Nació y vivió en Londres, entre 1572, fecha de su nacimiento y 1631 fecha de su deceso, fue John Donne, quizás el mas importante de los poetas metafísicos ingleses, Su obra incluye: poesía amorosa, religiosa, traducciones, epigramas, elegías, canciones y sermones en prosa. Sus poemas circularon en versiones manuscritas entre sus amigos y conocidos, y solo se publicaron en forma de libro, después de su muerte en una edición preparada por su hijo en 1633 con el titulo de Poemas. En 1719, casi un siglo mas tarde, se publicó su colección de poemas titulado: Poemas de varias Ocasiones. Existe un Monumento a JohnDonne,  en la Catedral de San Pablo de Londres, que sobrevivió al gran incendio que azotó a Londres en 1666. JohnDonne,  escribió un gran número de trabajos religiosos, y varios sermones, muchos de los cuales fueron publicados en vida y de los que se conservan 160. Se le consideraba un maestro de la elocuencia y fue uno de los más grandes predicadores de su tiempo. «Por quién doblan las campanas, están doblando por ti» es una de las líneas de uno de estos estos sermones, quizás la mas conocida. En 1621, JohnDonne fue nombrado Deán de la catedral de San Pablo (Saint Paul’s Cathedral), la antigua Catedral Gótica de Londres destruida en el incendio de 1666, este cargo de Deán lo ocupó hasta su muerte. JohnDonne, Contrajo una grave enfermedad en 1623,  El 25 de febrero de 1631 predicó su último sermón, que sus oyentes interpretaron como el sermón de su propio funeral. Posteriormente se retiró a su cámara y mandó a que le hicieran un retrato para el que posó envuelto en la mortaja con la que lo enterraron el 14 de marzo de 1631. Fue sepultado en la Catedral de San Pablo. Para la gran escritora inglesa Virginia Woolf, la vida de JohnDonne, parece haber sido una virtud casi irreprochable. Su amor juvenil por las mujeres y el teatro. su apasionado apego y su imprudente matrimonio con Anne More, de diecisiete años, (él tenia 29 años). Su exclusión de la corte, los intentos de ganarse el patrocinio y la apoteosis final en medio de mucho escrutinio de conciencia, en uno de los predicadores más elocuentes que jamás haya adornado el púlpito de San Pablo. Ese fue JohnDonne. Ofrecemos la voz de la actriz inglesa, Vanessa Redgrave, dando lectura a un poema de JohnDonne. 

Canción
 
Ve y atrapa una estrella fugaz;
fecunda a unaraíz de mandrágora;
dime dónde está el pasado,
o quién hendió la pezuña del diablo;
enséñame a oír cómo canta la sirena,
a apartar el aguijón de la envidia,
y descubre
qué viento
impulsa a una mente honesta.
 
Si para extrañas visiones naciste,
vete a mirar lo invisible;
diez mil días cabalga, con sus noches,
hasta que los años nieven cabellos blancos sobre ti.
A tu regreso tú me contarás
los extraños prodigios que encontraste.
Y jurarás
que en ningún lugar
vive mujer hermosa y verdadera.
 
Si la encuentras, dímelo,
¡dulce peregrinación sería!
Pero no, porque no iría,
aunque fuera justo al lado;
aunque fiel, al encontrarla,
y hasta al escribir la carta,
sin embargo,
antes que fuera,
infiel con dos, o tres, fuera.
 

 CANCIÓN
Dulce amor, no te dejo porque de ti me canse
ni esperando en el mundo un amor más amable
más, puesto que algún día he de morir
prefiero morir así de burlas con mis fingidas muertes.
El sol ayer partía, más hoy aquí ya vuelve
no tiene ni deseo ni sentido
ni es su camino la mitad de breve
así, por mi no temas, y cree que más raudas
han de ser mis jornadas, pues tomo más espuelas y alas.
Oh, cuán escasa fuerza tiene el hombre
que cuando su fortuna está caída
no puede ni una hora añadir, ni llamar la pedida!
Más si el dolor nos llega, le damos nuestra fuerza
y el arte y la paciencia le entregamos
para que más nos venza.
Cuando suspiras no suspiras aire
sino mi alma misma;
si lloras a la par dulce y amarga
ya declina la sangre de mi vida.
No es cierto que me quieras así,
como lo dices, si mi vida disipas en la tuya:
eres lo tú lo mejor que hay en mí mismo.
Tu corazón que todo lo adivina
no me presagie duelos
pudiera serte el hado favorable
y confirmar tus temores.
Más piensa que tan sólo para el sueño
nos damos la espalda;
Quienes el uno al otro se dan vida
no pueden separarse.
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La salida del sol
Viejo necio afanoso, ingobernable sol,
¿por qué de esta manera,
a través de ventanas y visillos, nos llamas?
¿Acaso han de seguir tu paso los amantes?
Ve, lumbrera insolente, y reprende más bien
a tardos colegiales y huraños aprendices,
anuncia al cortesano que el rey saldrá de caza,
ordena a las hormigas que guarden la cosecha;
Amor, que nunca cambia, no sabe de estaciones,
de horas, días o meses, los harapos del tiempo.
¿Por qué tus rayos juzgas
tan fuertes y esplendentes?
Yo podría eclipsarlos de un solo parpadeo,
que más no puedo estarme sin mirarla.
Si sus ojos aún no te han cegado,
fíjate bien y dime, mañana a tu regreso,
si las Indias del oro y las especias
prosiguen en su sitio, o aquí conmigo yacen.
Pregunta por los reyes a los que ayer veías
y sabrás que aquí yacen Todos, en este lecho.
Ella es todos los reinos y yo, todos los príncipes,
y fuera de nosotros nada existe;
nos imitan los príncipes. Comparado con esto,
todo honor es remedio, toda riqueza, alquimia.
Tú eres, sol, la mitad de feliz que nosotros,
luego que a tal extremo se ha contraído el mundo.
Tu edad pide reposo, y pues que tu deber
es calentar el mundo, con calentarnos baste.
Brilla para nosotros, que en todo habrás de estar,
este lecho tu centro, tu órbita estas paredes.