Gina Saraceni. Caracas 1966. Licenciada en Letras Modernas. Profesora de Literatura. Traductora, Ensayista y Maratonista. En poesía ha publicado: Entre objetos respirando, 1998. Salobre, 1998 y Deriva, 2000. En 2011 gana el XI Concurso Transgenérico de La Fundación para la Cultura Urbana, Caracas. Ofrecemos un poema inédito del libro ganador.
EXTRAVÍO EN MANHATTAN Y nosotros que pensamos en una dicha ascendente, experimentaríamos la emoción que casi nos consterna cuando algo feliz cae. Rainer María Rilke Detrás de puertas y ventanas cerradas oí la caída múltiple. Y en un rayo a mi espalda el equinoccio entero, quebrándose. Fue como si dios hubiera confesado que alguna vez a él también se le rompen los nervios con tantos ángeles en el cielo Luz Machado No, no lo mataron los aviones, fue la belleza King Kong 1. Trepa Ann Darrow el cuerpo de King Kong. Trepa el aire. Trepa hasta la cima de la torre. Trepa sin tregua hasta alcanzar los dedos de la selva. Incansable es el ascenso. El deseo de subir la vuelve más liviana más frágil la convierte la altura de la bestia. Las caricias de King Kong no son para este mundo. Tampoco su rugido, su lengua brava que descarrila el verbo y hace estremecer el parque a medianoche. Manhattan es un gorila que agita su deseo. Manhattan es Ann Darrow sujetándose el vestido mientras sopla el viento de la isla que desordena al animal oculto que la habita. En la selva de Manhattan sólo cabe la pasión simia de un gigante. Sólo resuena el estertor de su extravío. Es feroz con la bestia la ciudad. Y no perdona la belleza cuando supera el tamaño previsto por los hombres. Salvajes son siempre dos cuerpos que se tocan. Salvaje y animal el aire que agita la piel de sus miradas. Nunca es humana la pasión. Las bestias también lloran. Sus lágrimas pesan como carne, su caída perfora las aceras donde crecen flores del exilio. La bestia sabe que va a morir: se golpea el pecho y se agitan los nervios de Manhattan Nada será igual después de la caída. Después será desierto salvaje animal después será el adiós. 2. Tener un animal adentro es como vivir en jaula. Hay que liberar a la bestia que se agita, dejarla salir, qué pise la ciudad y acabe con el orden implacable del cemento. En el corazón de Manhattan hay una jungla que sólo conocen Ann Darrow y King Kong. No cesará de rugir el reino animal del extravío. No dejará de caer la fiera doblegada y una estrella se hundirá en el nervio más débil de su cuello. Suena duro la furia de King Kong. Su peso retumba en el asfalto. Llámame Ann pide Manhattan cuando trepa salvaje la espalda del gigante. Llámame King dicen las manos que se hunden en la pulpa tierna de la noche. Los hombres no comprenden la belleza y la hacen sangrar hasta matarla. Temblor furioso y puro y natural muriendo: así cae un gorila por amor. 3. Hay un secreto vivo en las venas de Manhattan. Ruge, tiene sed, añora el paisaje de la Isla Calavera. Salvaje son sus manos sus pupilas extraviadas salvaje la fruta que crece adentro de la lengua, salvaje el tamaño de su peso su cabello salvaje que se agita. King Kong es el secreto salvaje de Manhattan. Su cuerpo pesa salvaje en el fondo de la noche. Salvaje es el oído que cede a la furia de su peso a la voz de selva que crece, arrastra, devora y hacia adentro y hacia arriba crece, sube, jadeando, temblando, crece, crece y es inmensa y viene la voz diciendo la belleza. Salvaje el tamaño de un gorila en New York, la garra salvaje de su lengua, salvaje el metal de su caída. No cabe un secreto tan inmenso en la carne de Manhattan. La bestia lo aprieta estrecho entre sus dedos. Lo lleva hasta la cima de la torre y cuando precipita en el abismo la belleza vuela más alto que un avión. 4. Manhattan es una bestia que desordena las fibras de la noche. Ruge King Kong en el pico de la torre. En su pecho resuena la Isla Calavera. Ann trepa la simia columna del coloso. Cada vértebra un peldaño hacia la cima, un paso más arriba de lo humano un tumulto de aires encontrados. King Kong es el rascacielos más alto de Manhattan voraz la sed de su caída, vértigo puro su enorme distante lejanía De su garra brota olor a frutas bravas y se agita la selva de su furia. Crece Ann en las manos de la bestia. Su delgadez la sofoca y pesa honda. Livianos se vuelven sus cuerpos al tocarse. -¡Acaba conmigo! grita el ángel de Manhattan -¡Llévate todo lo que de mí es tuyo y qué nada quede entero en la ciudad del extravío. -Qué caiga el peso de esta lengua que sólo comprenden la jungla y las antenas y sólo quede un sabor animal lamiendo las aceras. El amor es un golpe de dedos que arranca la piel de las palabras. Es nostalgia saber que lo vivo no es para este mundo. Mata la belleza cuando salva. 5. Si el amor es un vuelo suena como el viento. Luz Machado El deseo es un animal que se deja caer y hondo precipita cuando su peso muerde la tierra más frágil de la selva. Se quiebran las costillas de Manhattan. Su médula estalla y se derrama. Crecen salvajes los tallos de la jungla, brotan las lianas rebeldes de la furia. Se oye a un gorila respirar. Y es animal el aire que se agita cuando un corazón estalla al trepar la altura vertical de su caída. Inmensa la torre de la sed. Inmenso el extravío. El gorila se abandona a la estrechez delgada de una antena. Y alcanza la pureza. Sólo se oye su sangre respirar Ann Darrow no sabe cuánto pesa el deseo si es cómplice y salvaje, cuánta selva florece en una mano. Herida a muerte sangra Manhattan lágrimas de monstruo. New York, abril 2011