Gabriela Kizer.

Gabriela Kizer, Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea, profesora de la Escuela de Artes y de la Maestría en Literatura Comparada de la UCV desde 1993, presenta este abril de 2022, su mas reciente libro publicado por Visor de Poesia:  «En falso», La prologuista del libro, la escritora, poeta y columnista Luisa Castro, actual directora del Instituto Cervantes en Bordeaux (Francia) comenta: «Gabriela Kizer en «En falso» nos presenta un poemario inédito dividido en cinco secciones y escrito a lo largo de doce años; «En falso» es un libro que nos sorprende tanto por la riqueza de su variedad expresiva como por el uso que la poeta hace del lenguaje.» 
Aquí les dejamos: “Crónica 2014”, que aparece en su más reciente libro: “En Falso” publicado por Visor de Poesia y La Fundación para La Cultura Urbana de Caracas, en 2022.

CRÓNICA, 2014

     Fue a finales de febrero de 2014. Aviones militares sobrevolaron por encima de nuestras cabezas. El vecino me informó que en pocos días habría desfile conmemorativo, que si me apuraba, conseguiría un kilo de harina. ¿Leudante?, le preguntaba; ¿leudante?, ¿leudante?, me respondía.
     Fue a finales de febrero de 2014. Una mujer de la Guardia Nacional cayó a horcajadas sobre una costurera. ¡Me rompiste la uña!, le gritaba, ¡me rompiste mi uña! Sonaron las cornetas, las cacerolas, las sirenas, las vuvuzelas. Sonó el silencio.
     Fue a finales de febrero de 2014. Morían reinas de belleza, estudiantes, boxeadores. Morían a causa de perdigones en los ojos, de balazos en la cabeza. Morían taxistas apuñalados, indigentes apuñalados. La gente huía del arroz saborizado como de la peste. Se me estaba acabando el café.
Detergentes: tenía seis. Harina: un kilo. Aceite: nada.
     Fue a finales de febrero de 2014. Yo era una vecina de clase media, profesora universitaria. Yo era una mujer a quien su amante había dejado, pero eso era lo de menos.
A unas cuadras de mi casa la Guardia Nacional arremetía contra los apartamentos, arremetía contra las casas, arremetía contra los carros estacionados en las calles, arremetía contra los vidrios de los carros estacionados en las calles, arremetía contra los vecinos, arremetía contra los fotógrafos, arremetía contra los muchachos que corrían por las calles con piedras y morrales, arremetía contra los muchachos que caminaban hacia sus casas con morrales, que salían de una clase de portugués.
     Fue a finales de febrero de 2014. El país se llenó de tanquetas blancas que nunca habíamos visto. Periodistas extranjeros huían despavoridos. Conceptualistas del sur se daban a conocer como una red de investigadores e investigadoras preocupados y preocupadas por reactivar la potencia revulsiva y la potencia disruptiva y la potencia poético-política desarticulada en América Latina por la fuerza de la violencia de Estado. Conceptualistas y conceptualistas del sur se daban a conocer por un comunicado que respaldaba al gobierno.
     El país se había llenado de tanquetas blancas que nunca habíamos visto. Y mi nombre solo servía para representar a una mujer de clase media que vivía en una urbanización del sureste de Caracas; una mujer de clase media a quien le faltaba conceptualismo intelectual, conceptualismo político; una mujer de clase media a quien le faltaba su amante, aunque eso era lo de menos.
     Fue a finales de febrero de 2014. Había muerto Simón Díaz. Había muerto Paco de Lucía. Yo descubría su música como si jamás la hubiese escuchado antes. Pero era la danza de los muertos. Se habían adelantado los carnavales.
     Fue a finales de febrero de 2014. Un viejo amigo publicó una carta a Rubén Blades. Aquí en Venezuela, le decía, lo que realmente está paralizado son tres estaciones del metro y hay una irregularidad en el abastecimiento de algunos rubros, es cierto, pero las largas colas son casi siempre satisfechas y generalmente de a cuatro productos por persona. Venga y verá que lo que le digo es exacto. Estamos de acuerdo en que es un desperdicio de tiempo, pero no es una precariedad. No es una precariedad.
     Fue a comienzos de marzo de 2014. Había muerto el último poeta maldito. Blancanieves se despidió de los enanos. Campanilla cayó al suelo. Por los altavoces del metro de Caracas se escuchó a todo volumen: De aquí en adelante los poetas serán unas doñas. De aquí en adelante
Sean Penn nos dará clases de actuación. De aquí en adelante un kilo de arroz al mes en Polonia, cuatrocientos sesenta gramos de pollo en Cuba, medio kilo de harina de trigo en Rumania, setecientos gramos de azúcar en Vietnam.
Fue a mediados de marzo de 2014. Un helicóptero militar pasó lento, rasante frente a mi ventana. El mundo, Goytisolo, era tuyo. El lobito era bueno. Los corderos lo maltrataban. Yo era una bruja hermosa del sureste de Caracas y del pirata honrado ni la sombra.
     Fue a mediados de marzo de 2014. Los fotógrafos comenzaron a hacer poesía. Por los altoparlantes de las tanquetas blancas en vez de insultos, a todo volumen se comenzaron a escuchar himnos, se comenzaron a escuchar canciones. Esto ya es el infierno, pensé. Pero con gas de fabricación brasileña; marca Cóndor, dijeron, eso dijeron.
     Fue a mediados de marzo de 2014. Los carros se quedaron sin batería. Los enfermos se quedaron sin cura. Las urnas se quedaron sin cadáveres. Rituales de magia negra se habían apoderado de los cementerios.
     A tres cuadras de tu casa, decía mi viejo amigo, a mil cuadras, decía, podemos comernos un cachito en la panadería con Rubén Blades. Lo siento. Pero es que ahora soy una doña, Darling. Lo siento. Pero mi nombre es Wendy, Darling. No es nombre de filósofa ni de orfebre ni de artista reconocida o emergente. Ni es nombre para pronunciar a solas, con voz queda, en una habitación a oscuras. Blancanieves se despidió. Campanilla cayó al suelo. Pero no es una precariedad. Todo está en orden. Venga y verá que lo que le digo es exacto. Todo está en orden, tranquilícese, señor Darling.