Cristina Peri Rossi Premio José Donoso 2019

Cristina Peri Rossi fue reconocida con el Premio Iberoamericano de Las Letras José Donoso  «por la excelencia de su amplia obra narrativa, poética, ensayística y periodística así como por su aporte a la difusión de las culturas y de las letras iberoamericanas». «El jurado reconoce la coherencia ética y estética de una obra que con valentía y rigor ha transitado por senderos de experimentación y plasticidad pública», declaró Cristian Opazo, Presidente del Jurado del Premio.

«Siento una emoción tan fuerte que corro el riesgo de que sea la última», dijo Peri Rossi al recibir la llamada con la que la coordinadora del premio, Claire Mercier, le dio la noticia.

«Me siento conmovida y quiero recordar que la literatura, para mí, en esta época tan dura del siglo XXI, es el último reducto quizás contra la frivolidad y la banalidad (…) de esta época, muchísimas gracias a ese jurado que no conozco y que se ha acordado de mí que ya soy una anciana», agregó la escritora uruguaya.

Les ofrecemos tres poemas de Cristina Peri Rossi y tres consideraciones sobre poesia que la autora nos hiciera llegar hace algún tiempo.

Fotografía enviada por Cristina Peri Rossi especialmente para La maja desnuda.
TRES POEMAS DE CRISTINA PERI ROSSI Y TRES CONSIDERACIONES SOBRE POESÍA

 

  BERLIN, 1980, III
 
 
  He olvidado el nombre de esa konditorei  de Berlín
  donde te gustaba comer pasteles de manzana.
  En cambio recuerdo el óvalo de los espejos
  la luz mercurial de la tarde
  el temblor del viento en los cristales
  y la complicidad de nuestra mirada de extranjeras.
 


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     SISTEMA POETICO

Cuando las amadas se van
sólo queda la memoria de las amadas
para evocarlas.
Pero como la memoria es modificación,
ya no evocamos a la amada,
sino la imagen donde
-signo delante de un espejo-
Circe se reflejó.
 
   (Soy un espejo que al reproducir 
   evoca.)

 

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PRIMERA TORMENTA

Te asomas desde el gran ventanal

sobre la ciudad

(las agujas de la Sagrada Familia,

la torre Agbar y el triángulo gris del mar)

a esa hora incierta en que la noche no es

todavía día

y de pronto el cielo se cubre

de luces raras

de ocres pálidos y aluminio

Un trueno ruge lejos

como si viniera de una catacumba

Te digo: “ Es nuestra primera tormenta”

mientras, desnuda, miras la rara

conflagración de cielo y mar

la primera tormenta

la primera noche

el primer día de la Creación

descalza te asomas al gran ventanal

y toda la Creación parece de pronto 

tener sentido

en el sofá  o arca de Noé

donde navegamos hacia el futuro

con nuestros pequeños animales familiares

el puma que repta

el león que ruge

y la pequeña mariposa 

del sexo

que palpita en su vuelo iniciático.

 

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Me inscribo en esa tradición: consignar el presente, leer el futuro. Yo escribí un relato, en el año 1971 titulado La rebelión de los niños. En él, los militares golpistas mataban a los rebeldes, incluidas las madres embarazadas, y entregaban a los bebés a familias “bien” para que los educaran, lejos de sus padres.  No pude publicarlo en ese momento, en Montevideo, porque yo estaba censurada. Pero lo publiqué un par de años después, en Venezuela, en Monte Ávila, Editores. Cuando cayeron las dictaduras del Cono Sur se supo que ese había sido el procedimiento habitual de los represores: matar a las madres y entregar a los bebés a familias de la oligarquía o de los militares. No me lo había inventado: me puse en la cabeza de un militar golpista y la idea me brotó, como le habrá botado a ellos. No fueron los primeros. En la Guerra civil española –lo supe mucho después- ocurrió lo mismo. Y habrán ocurrido cientos y miles de veces a lo largo de la Historia. Los seres humanos nos repetimos maníacamente. Especialmente, repetimos las injusticias, las crueldades. 

Escribo una poesía rigurosamente contemporánea, lo cual le permite ser universal y atemporal.  Me interesa el mundo en el que vivo, el tiempo en que vivo, aunque para saber más acerca de él, tenga que encontrar las raíces y los orígenes en el pasado y en otras culturas. Por ejemplo: para poder admirar un astrolabio y hablar de él en un poema, tengo que remitirme a la cultura árabe, sólo en ese aspecto. Para mí fue la confirmación de esa intuición encontrar un aforismo de Rimbaud: “El poeta debe ser moderno.” Moderno no quiere decir estar de moda, sino ser un hombre interesado por su época. 

 

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La poesía es una percepción, un estado de ánimo. Como percepción subjetiva, como estado de ánimo, no se encuentra en los objetos en sí; se encuentra en la proyección que hacemos de nuestra manera de sentir y de mirar en un objeto, persona o situación. Cuando la amada la pregunta a Bécquer –gran poeta- “¿qué es poesía?” y él responde: “Poesía eres tú”, hace esa proyección: coloca afuera, en la mujer amada, aquello que él siente: “la ve” como la encarnación de la poesía. Proyectamos en un paisaje, en un objeto, en una situación las emociones y los sentimientos –o los pensamientos- que llevamos en nuestro interior. Porque la poesía no está sólo en el verso. Los naufragios de Turner, los mares de Caspar D. Friedrich, los cuadros de Hopper, los tangos, las escenas de una película, un perfume, una mirada y una ecuación, la resolución de un teorema pueden ser poéticos. Antonio Machado dijo que la inteligencia no escribía versos, pero se refería sin duda a la inteligencia racional; yo conozco a hombres y mujeres de ciencia que se extasían poéticamente ante la ecuación de la relatividad de Einstein.  Ahora bien, no todas las emociones son poéticas; se necesita quien las convierta en poesía: quien proyecta y quien percibe esa proyección. Doble espejo: quien percibe, lo percibido y quien percibe aquello que otro percibió. 

 

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La nostalgia me parece una fuente inagotable de poesía. Queremos retener lo que perdemos, y perdemos en todo momento. Ahora mismo estoy perdiendo lo que escribo: este instante no se repetirá. De modo que quizás, dentro de unos días, pueda escribir un poema que diga algo como esto: “La tarde era calurosa y gris // sonaba una música distante, antigua // y yo respondía las preguntas de Nidia Hernández//….”  Es sólo un ejemplo. Un  poema  de mi libro Lingüística general dice: “Escribimos porque las cosas de las que queremos hablar// no están.”
Ontológicamente, nada está: todo es fugitivo. Por eso, siempre habrá poesía, que persigue lo efímero como el arquero al bisonte que huye. 

No trabajo el poema. O fluye como mana un río, o no es. No lo trabajo. Soy impaciente con la escritura y no me fijo ni horarios, ni corrijo, ni vuelvo sobre el poema escrito (con la narrativa me ocurre lo mismo). Me encanta no saber qué dirá el verso siguiente y descubrirlo. Si lo supiera racionalmente, no lo escribiría. Sólo después, descubro que de una manera inconsciente lo sabía. Los antiguos griegos hablaban de  las Musas; yo lo llamo mensajes del inconsciente. Antes, escribía los poemas a mano, en cualquier papel, en cuadernos, en hojas sueltas; ahora, por economía funcional –el dolor de espalda- y porque me gusta verlos como si estuvieran impresos, prefiero el ordenador.