Cristina Peri Rossi fue reconocida con el Premio Iberoamericano de Las Letras José Donoso «por la excelencia de su amplia obra narrativa, poética, ensayística y periodística así como por su aporte a la difusión de las culturas y de las letras iberoamericanas». «El jurado reconoce la coherencia ética y estética de una obra que con valentía y rigor ha transitado por senderos de experimentación y plasticidad pública», declaró Cristian Opazo, Presidente del Jurado del Premio.
«Siento una emoción tan fuerte que corro el riesgo de que sea la última», dijo Peri Rossi al recibir la llamada con la que la coordinadora del premio, Claire Mercier, le dio la noticia.
«Me siento conmovida y quiero recordar que la literatura, para mí, en esta época tan dura del siglo XXI, es el último reducto quizás contra la frivolidad y la banalidad (…) de esta época, muchísimas gracias a ese jurado que no conozco y que se ha acordado de mí que ya soy una anciana», agregó la escritora uruguaya.
Les ofrecemos tres poemas de Cristina Peri Rossi y tres consideraciones sobre poesia que la autora nos hiciera llegar hace algún tiempo.
TRES POEMAS DE CRISTINA PERI ROSSI Y TRES CONSIDERACIONES SOBRE POESÍA BERLIN, 1980, III He olvidado el nombre de esa konditorei de Berlín donde te gustaba comer pasteles de manzana. En cambio recuerdo el óvalo de los espejos la luz mercurial de la tarde el temblor del viento en los cristales y la complicidad de nuestra mirada de extranjeras. ****** SISTEMA POETICO Cuando las amadas se van sólo queda la memoria de las amadas para evocarlas. Pero como la memoria es modificación, ya no evocamos a la amada, sino la imagen donde -signo delante de un espejo- Circe se reflejó. (Soy un espejo que al reproducir evoca.) ****** PRIMERA TORMENTA Te asomas desde el gran ventanal sobre la ciudad (las agujas de la Sagrada Familia, la torre Agbar y el triángulo gris del mar) a esa hora incierta en que la noche no es todavía día y de pronto el cielo se cubre de luces raras de ocres pálidos y aluminio Un trueno ruge lejos como si viniera de una catacumba Te digo: “ Es nuestra primera tormenta” mientras, desnuda, miras la rara conflagración de cielo y mar la primera tormenta la primera noche el primer día de la Creación descalza te asomas al gran ventanal y toda la Creación parece de pronto tener sentido en el sofá o arca de Noé donde navegamos hacia el futuro con nuestros pequeños animales familiares el puma que repta el león que ruge y la pequeña mariposa del sexo que palpita en su vuelo iniciático. ********* Me inscribo en esa tradición: consignar el presente, leer el futuro. Yo escribí un relato, en el año 1971 titulado La rebelión de los niños. En él, los militares golpistas mataban a los rebeldes, incluidas las madres embarazadas, y entregaban a los bebés a familias “bien” para que los educaran, lejos de sus padres. No pude publicarlo en ese momento, en Montevideo, porque yo estaba censurada. Pero lo publiqué un par de años después, en Venezuela, en Monte Ávila, Editores. Cuando cayeron las dictaduras del Cono Sur se supo que ese había sido el procedimiento habitual de los represores: matar a las madres y entregar a los bebés a familias de la oligarquía o de los militares. No me lo había inventado: me puse en la cabeza de un militar golpista y la idea me brotó, como le habrá botado a ellos. No fueron los primeros. En la Guerra civil española –lo supe mucho después- ocurrió lo mismo. Y habrán ocurrido cientos y miles de veces a lo largo de la Historia. Los seres humanos nos repetimos maníacamente. Especialmente, repetimos las injusticias, las crueldades. Escribo una poesía rigurosamente contemporánea, lo cual le permite ser universal y atemporal. Me interesa el mundo en el que vivo, el tiempo en que vivo, aunque para saber más acerca de él, tenga que encontrar las raíces y los orígenes en el pasado y en otras culturas. Por ejemplo: para poder admirar un astrolabio y hablar de él en un poema, tengo que remitirme a la cultura árabe, sólo en ese aspecto. Para mí fue la confirmación de esa intuición encontrar un aforismo de Rimbaud: “El poeta debe ser moderno.” Moderno no quiere decir estar de moda, sino ser un hombre interesado por su época. ********* La poesía es una percepción, un estado de ánimo. Como percepción subjetiva, como estado de ánimo, no se encuentra en los objetos en sí; se encuentra en la proyección que hacemos de nuestra manera de sentir y de mirar en un objeto, persona o situación. Cuando la amada la pregunta a Bécquer –gran poeta- “¿qué es poesía?” y él responde: “Poesía eres tú”, hace esa proyección: coloca afuera, en la mujer amada, aquello que él siente: “la ve” como la encarnación de la poesía. Proyectamos en un paisaje, en un objeto, en una situación las emociones y los sentimientos –o los pensamientos- que llevamos en nuestro interior. Porque la poesía no está sólo en el verso. Los naufragios de Turner, los mares de Caspar D. Friedrich, los cuadros de Hopper, los tangos, las escenas de una película, un perfume, una mirada y una ecuación, la resolución de un teorema pueden ser poéticos. Antonio Machado dijo que la inteligencia no escribía versos, pero se refería sin duda a la inteligencia racional; yo conozco a hombres y mujeres de ciencia que se extasían poéticamente ante la ecuación de la relatividad de Einstein. Ahora bien, no todas las emociones son poéticas; se necesita quien las convierta en poesía: quien proyecta y quien percibe esa proyección. Doble espejo: quien percibe, lo percibido y quien percibe aquello que otro percibió. ********** La nostalgia me parece una fuente inagotable de poesía. Queremos retener lo que perdemos, y perdemos en todo momento. Ahora mismo estoy perdiendo lo que escribo: este instante no se repetirá. De modo que quizás, dentro de unos días, pueda escribir un poema que diga algo como esto: “La tarde era calurosa y gris // sonaba una música distante, antigua // y yo respondía las preguntas de Nidia Hernández//….” Es sólo un ejemplo. Un poema de mi libro Lingüística general dice: “Escribimos porque las cosas de las que queremos hablar// no están.” Ontológicamente, nada está: todo es fugitivo. Por eso, siempre habrá poesía, que persigue lo efímero como el arquero al bisonte que huye. No trabajo el poema. O fluye como mana un río, o no es. No lo trabajo. Soy impaciente con la escritura y no me fijo ni horarios, ni corrijo, ni vuelvo sobre el poema escrito (con la narrativa me ocurre lo mismo). Me encanta no saber qué dirá el verso siguiente y descubrirlo. Si lo supiera racionalmente, no lo escribiría. Sólo después, descubro que de una manera inconsciente lo sabía. Los antiguos griegos hablaban de las Musas; yo lo llamo mensajes del inconsciente. Antes, escribía los poemas a mano, en cualquier papel, en cuadernos, en hojas sueltas; ahora, por economía funcional –el dolor de espalda- y porque me gusta verlos como si estuvieran impresos, prefiero el ordenador.