Carmen Boullosa. Sobre poesía y La Patria Insomne.

Carmen Boullosa. México, 4 de septiembre de 1954. Poeta y Narradora.   en poesía ha publicado: La salvaja. México, 1988. Soledumbre. México, 1992. Envenenada: antología personal. Caracas: Pequeña Venecia, 1993. Niebla. Michoacán: Taller Martín Pescador, 1997. La Delirios. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1998. Jardín Elíseo, Elyssian Garden. Trans. Psiche Hugues. Monterrey, 1999. Agua. Michoacán: Taller Martín Pescador, 2000. Salto de mantarraya. México, D.F. Fondo de Cultura Económica, 2004. La patria insomne, 2011. Colección Hiperion

Fotografía cortesía de la Poeta.

Carmen Boullosa, permíteme la trillada pregunta a todos los poetas: ¿Qué es La Poesía?

Nidia querida, mucho me obsesiona esta pregunta. No lo sé. Lo que sé es que la poesía no se conforma con palabras. No está hecha de música. No está sostenida sólo con sentido. No de sentimiento. Está formada de todo esto, más un ingrediente sin nombre, que es clave –aunque no haga sentido sin todo lo arriba enumerado-. Además el poema –el objeto encarnado de la poesía- es el espejo de lo que no se explica. No es que la poesía sea la opacidad sino que mientras más fiel sea a sí misma, será más difícil nombrarla.

¿Cómo te aproximas a la poesía?, ¿Cómo se te configura el poema? ¿Algún rito? ¿Alguna necesidad en especial?

-No tengo ritos con la poesía. Para escribir una novela, sí, necesito mis rituales, mis ceremonias y la rutina. Con el poema, no. Incluso ya “iluminado”, continuar en éste es más milagro o don que voluntad o invocación. Tiene su razón de ser: la novela (la narración) es sobre todo coqueteo, juego con el tiempo. El poema se le escapa, incluso aquellos que iban medidos sílaba a sílaba, a punta de metrónomo, si merecían el nombre, se huían como la sombra. Como la sombra del sol, requerían del tiempo, pero tiempo no eran.

¿En algún momento de tu vida “decidiste” ser poeta?

Sí, fue en un momento preciso, podría describir el momento. Yo era adolescente. Casi una niña. Me sentí tocada. Supe que yo era –no que “iba” a ser, sino que ya era- de esa especie. No me importaba un bledo ni la fama, ni el dinero, ni la seguridad, ni el mundo afectivo que me llegara a rodear. Yo tenía el poema, debía desde ese día perseguir al poema –o permitir que me persiguiera-. Era un diálogo con algo más. Y yo –creí- ya estaba ahí.

¿Y cómo fue el día en que te sentiste realmente poeta?

En mi caso fue un día especialmente miserable, violento, en el que entró un rayo de luz. De luz oscura. Lo percibí. Decidí dejarme iluminar por él, seguirlo. Cerré los ojos. Estoy leyendo la única novela de Antonio Alatorre –el erudito autor de “Los mil y un años de la lengua española”-. Habla de su instante de revelación, cuando niño se desprendió del mundo, cruzó la costra del cielo, y tocó el silencio auditivo del poema. Yo lo tuve también. Diferente que el de Antonio. No era el miedo –aunque era ingrediente-, no era asombro todo, había en esa certeza una confianza sagrada. ¿En qué? En nada. No en mí. No en eso que llaman dios tampoco. En el poema. Y esa certeza era hija de un dolor superior a mi persona. Que yo no podía contener.

Carmen, ¿qué es lo que más te gusta de ser poeta?

Mira, dice Lezama Lima: “ah, que tú escapes”. Tal vez eso: conocer que soy un intocable –una escapista- pero al mismo tiempo saber que estoy tocando todo, más de lo que yo puedo percibir, mucho más de lo que alcanzan mis brazos o mis huellas de los pies. La convicción de pertenecer al mundo pero ser extranjera. Y ser y estar sin acción en un estado posterior a la contemplación. Como si Eva, al salir del Paraíso, se detuviera tras la puerta, viera lo que dejaba atrás y sintiera la emoción de entrar a la Tierra –que no está nada mal-.

Dime, ¿Qué le agrega la Poesía a tu “ser ciudadano”?

Me agrega una certeza que lo cambia todo: cada uno de nosotros somos insustituibles. Irreemplazables. Como cada instante.

Esa certeza tiene una dimensión política. La poesía es el seguro del humanismo –por desgracia una moral ya caduca que el poeta aún defiende-.

Cuando escribes un poema, ¿en qué lugar queda el mundo en el que vivimos, en tu poesía?

Depende. Mis primeros libros de poesía contenían poemas de temas íntimos, personales. Últimamente se han ido por temas públicos: la violencia en México, el dinero como un tema. En los dos casos está presente el mundo en que vivimos (los días precisos que transcurría mi vida, mi pensamiento, mi cuerpo), muy presente. Mis primeros poemas son los de una mujer de fines de los setentas que escapara también a su destino y presente. Porque el poema le lleva la contra a la tiranía del péndulo y el reloj. Aunque también sólo obedece. Esa cosa sin explicación que es el poema…

Ahora Carmen ¿Cual es para ti la relación del poeta con el poder?

El poder del pueblo –el más detestable, el más ciego, el más esclavo- está presente siempre frente al poeta porque el poema es lengua, y la lengua es de todos, no la lleva sino la memoria masiva. Pero –no hay poema sin pero (si no es que el poema es “pero” puro)- al poeta no lo gobierna la lengua sino el silencio personal. El poeta trabaja con lengua exclusivamente, y de la misma manera exclusivamente trabaja sólo con silencio. Es la lengua y la propia enemiga de la lengua.

Cuando el silencio personal rodea al poeta, el poder lo acota. Humildea. Da arrogancia. Enseña límites. Muestra que no hay límites para la conciencia.

Regálanos Carmen Boullosa, una reflexión sobre La Paz:

Pienso en Paz y pienso “lejos de mi tierra”. Una desgracia. Mi hermoso país (el de mi infancia y primera juventud) bañado en salsas, mole, risas, agua, sol es ahora territorio de metrallas, engaños, furia.

En breve volvemos sobre México Carmen, mientras ¿Podrías contar alguna vivencia curiosa con tu poesía?

Si, durante años necesité el vértigo –literal- para escribir. Me subía a un bus nocturno a una ciudad vecina, regresaba la misma noche. El caminar me daba una sensación equivalente a la verbal del poema. Lo “curioso” –lo terrible- es que este ejercicio sería imposible en el México de hoy. No sólo por el riesgo de caer en manos de criminales: porque las “corridas foráneas” de los autobuses foráneos se han suspendido. Eso se acabó. Pero esto no quiere decir que se haya acabado la poesía en México, definitivamente no.

¿Me comentas, alguna anécdota con un poeta importante que hayas conocido?.

No la conocí en personas sino de oídas. Se llama Dolores Veintimlla. Importante poeta romántica ecuatoriana. Acosada por intolerantes –como hoy les llamaríamos-, le aventaban piedras por las ventanas de casa con mensajes: “ya muérete”. Se suicidó. La anécdota más terrible es que hayamos olvidado. Muchos de sus poemas fueron quemados. Pero quedan un puño de textos poderosos, y sus “panfletos” en contra de la pena de muerte, muy conmovedores. Lo importante –y trágico- es que no la recordemos.

Con cuál poeta que respire entre nosotros, y que no conozcas personalmente, te gustaría hablar, tratar, conocer?

Ya no tengo esta ambición. La tuve de jovencita. Conocí poetas que admiré. Pero el poeta es otra cosa, siempre. El poeta nunca es su poema. Nunca. Yo me quedo siempre con el poema, aunque haya tenido la suerte de conocer personas, poetas formidables (recuerdo la belleza de Paz, de Tomás Segovia, de Álvaro Mutis, de Gonzalo Rojas: con todo, prefiero sus poemas). A un poeta al que conozco lo quiero como persona. Fuera del malestar de la poesía, pero tocado por ésta. ¿Quién quisiera conocer? A Derek Walcott me lo encontré en un aeropuerto, tomamos el mismo vuelo. No supe qué decirle. Hubiera querido saber qué decirle.

Qué bonito Carmen, y con cuál poeta de cualquier lugar y tiempo te gustaría pasar una tarde para hacerle una pregunta?

Con Byron. No le pediría me contestara ninguna pregunta. Leí su correspondencia, años atrás. Era un bello, pero no un sabio. Lo que le pediría sería un beso. Un beso largo, que llenara la tarde. No puedo compartir esto con el lector, por respeto. Hay que pretender que no lo he dicho.

Pero está dicho, y es encantador, ¿Y a cuales poetas vuelves periódicamente y porqué?

Es una sorpresa. No se sabe por qué se vuelve a un poeta. Ahora he regresado a alguien a quien abandoné por años –que es sobre todo poeta aunque escriba narraciones-: Virginia Woolf. Tiene tanto que decirme. Me asombra la hermosura de sus palabras y la penetrante naturaleza –punzante, aguda, ágil, doliente- de su inteligencia.

¿Qué le recomendaría Carmen Boullosa a un joven poeta?

Leer y caminar. Con igual constancia y equivalentes períodos de tiempo. Después, escribir, y corregir tres veces más tiempo lo escrito –y unas dos más del caminado-.

Una deferencia ecológica:

Alguna vez escribí una novela en la que el futuro y la redención estaban en un árbol. Lo sigo creyendo. Un árbol tiene más sabiduría –silenciosa, como la del poema; musical, como el poema- que muchos otros seres vivos.

México. La patria insomne de Carmen Boullosa

Carmen querida, siento en tu libro “La patria insomne” una muy acentuada preocupación por el México actual, por sus pugnas y contrariedades (que compartimos por cierto todos en latinoamerica).

Si. El país se me ha vuelto una obsesión. Nunca imaginé que ocurriría -daba a México por algo cierto, un hecho sobre el que no había que reparar. Pero ya no lo es. Palpita con fragilidad. Está ahí, como antes, pero con el pecho del enfermo, la tos, el asma. La violencia ha sido una interrupción en su respiración.

El México moderno -el que existe desde la Colonia- ha sabido siempre que no es el centro del planeta, que la Tierra es redonda y él no la cubre toda. Se ve a sí mismo como un punto de vista: un mirador de los otros. Pero ahora no: el país se reduce a su propia llaga. El país adquiere por esto dimensiones universales: es como si el mundo -la voz que produce la lengua común- se viera de pronto sin boca. La lengua se interrumpe. El poeta requiere nombrar a la palabra primordial, la Matria, para no perderse.

Es que leo un sobresalto espiritual (presente en toda tu poesía) pero en este caso con una especie de impedimento, imposibilidad que quieres escupir y colocar en el universo, como para humedecer las cosas y agregar ternura, mucha ternura a tu entorno-país, es como si trataras de con la cara y las palabras de la incredulidad, expresar fe.

– CARMEN: Expresión que es más desconcierto que certeza, pero por expresarse fe. En que la palabra puede volver a existir por el poeta. Afuera del poema es ruido. El poeta se ve en la obligación de tratar de hacer sonar un sentido, una cordura. Así sea la primer palabra: “No”, o la última: “Sí”. Pero cordura, división entre las tinieblas y la luz.

NIDIA: Difícil en poesía cantarle a La patria. ¿Cuánta patria te costó hacerlo?.

– Lo más doliente, para mí, de “La patria insomne” es que al necesitar hablar de Patria, mi tierra, mi cuna, mi Méxica, se evapora. Porque si la “patria” es natural requiere no necesitar nombrarse. Por la ansiedad ante su ansiedad, al nombrarla, paradójicamente el poeta la sacrifica.

Poemas de La patria insomne

Los Señores del Insomnio

Unos señores cortaban dedos para mercar personas,

luego cortaban cabezas

nomás por el lujo de vengarse,

a saber de qué.

En sus sueños, cuando tenían la lucidez de la inconciencia, decían:

“nosotros somos la conciencia de la Patria”.

La Patria se escondía de sus vigilias, se hacía guaje.

Les tenía miedo.

Creían que le iban a mochar el águila o,

peor todavía,

la serpiente.

¿Qué iba a hacer nomás con su nopal vacío?

“Se renta, se renta un nopal.

Resiste siglos”.

¿A dónde ir con su nopal pelado?

Alguien le acomoda entre dos cladodios una grabadorcita de mano,

se oye tocar una banda, el acordeón, la voz tipluda,

se le sospecha el sombrero:

“Ya me fui,

pa´l Norte,

a lavar y soñar ajeno.”

El Insomnio

Zanja de la Vigilia,

barricada del Sueño.

La Razón en su atalaya,

tras la muralla el Sopor:

son dos bandos, frente a frente.

¿Quién va ganando la batalla?

Los dos contendiente  redoblan   los ataques.

Los soldados de la batalla son de especies disímiles:

sólido acuchilla líquido,

líquido ataca gaseoso,

gaseoso apuñala sólido,

sólido clava su bayoneta en gas,

el gas asfixia la arena,

la sal cae a puñados sobre la jelatina,

son la cal en el ojo, el uno para el otro.

Se repliegan.

Los combatientes resisten atrincherados.

Ya mellados Vigilia y Sueño,

irritados,

perdidas sus distintas corduras (o incorduras),

necesitan eliminar el enemigo.

Carnicería.

Lucha a muerte.

Lanzan granadas.

Las tropas sacan fuerzas del horror a su muerte.

La luz cae en astillas.

El cielo se despedaza, es de pólvora.

No es como en las películas porque aquí no se ve nada.

La batalla es piel adentro.

Cada bando es cáncer del opuesto.

Cada bando es su propio cáncer,

siguiendo la lógica de la enfermedad

se carcome a sí mismo.

Un segundo de tregua:

Trocan prisioneros.

Los espías enmascarados entregan uniformes.

Los generales modifican estrategias.

El coronel descansa armas,

un cabo del bando Sueño

libera de la jaula

decenas de pequeños dentíferos

insectos,

ávidos de yugulares

y pezones:

quieren morder donde duela.

……………………..

Se parodia la vida y la muerte.

Se finge la conciencia y la ebriedad.

Es vida y muerte peleando por entrar a ser el otro.

Es conciencia deseando ser ebriedad,

y es la ebriedad de la conciencia

buscando cómo estar sobria,

siquiera un momento.