Beatriz Alicia García. (Caracas, 1966). Poeta, docente y editora. Licenciada en Letras y Magíster en Literatura Venezolana por la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado: Matarilerilerón (El Pez Soluble, 1999), Acto de fe (La liebre libre, 2000), Cartas espirituales (correspondencia de Miguel Ramón Utrera), Maracay: Fondo Editorial de la Secretaría Sectorial de Cultura del Estado Aragua, 2003. Monte Ávila Editores Latinoamericana ha publicado su Antología poética de Hanni Ossott y Lugares olvidados (antología poética personal). Le han sido otorgados el Premio Víctor Valera Mora de Poesía, otorgado por la Universidad Central de Venezuela, 1990, por Ciudad oscura y el Premio Municipal de Poesía 2007 (Mención de honor), por Lugares olvidados. Textos poéticos y críticos suyos han sido incluidos en antologías compiladas en Venezuela, España y México. Sus textos poéticos han sido traducidos al alemán y al sueco.
LA LUZ Poco a poco se desliza sigilosa en la ciudad dormida, dibuja contornos, acaricia edificios. Muchachos y perros vagabundos la reciben desperezándose. Miro hacia el Este, hacia Petare, sorprendiéndome nuevamente del milagro, escudriñando cómo vino el día, dispuesta, abierta, agradecida. LA MADRE La fatiga nos une, nos desune, el cotidiano ritmo recomienza en el café (aunque ya no tomo café), en los lentos pasos de la madre anciana, delgadísima. “―¿Cómo amaneciste?”―pregunto. En sus ojos, no hay luz, casi no hay luz, sin embargo, un animal inquieto, sobrevive. EL PADRE Incapaz de valerse por si mismo, lo vemos alejarse cada vez más de los ritmos de la vida. Frágil y torpe, intenta sonreír ante el gran miedo, lucha esa batalla perdida de antemano, tres caídas en pocos días, tres. Lo curamos, lo acariciamos, finalmente, vuelve a dormirse. LA HERMANA DE LOS GATOS La hermana menor, la hermana que ama los gatos, nunca ha salido de casa, nunca vivió sola. Es la hermana de los múltiples oficios, las largas estadías frente al televisor. Vivimos en el mismo hogar, pero mentiría si dijera que la conozco. No sé qué la hace feliz, no sé por qué gruñe con frecuencia, qué dolores la atenazan cuando llora, si llora. LA POETA Soy la poeta de la casa, la que anda entre libros y versos, la que hace pactos con la soledad y le pone música al dolor. Soy la poeta de la casa, la que mira hacia adentro, hacia lo hondo, como si mirase aves volar en una playa azotada por una catástrofe. Soy la poeta de la casa, aprendí a amueblar los silencios en días solitarios y de ausencias presentidas, aprendí a ponerles acentos y comas a alegrías y despedidas, como otros aprender a engordar cuentas bancarias y a dar órdenes. LA CASA a Marisol Marrero La casa antes de ser casa fue sentimiento. Hizo sus paredes en nosotros y en los que nos precedieron. Se hizo refugio; la casa un día empezó a derrumbarse, la casa un día se hizo intemperie. SILENCIOS EN EL AIRE Mi padre se ha ido. Su ausencia dibuja silencios en el aire. Nos torna frágiles, él, que siempre impuso su presencia, su fortaleza, hasta que se quebró como algunos árboles, y no volvió a levantarse. Lo he dejado irse, serenamente, la única de sus hijas que pudo acompañarlo en su muerte de hospital; lo he dejado quedarse, en ese rincón que habitará siempre, en mi sangre, en mis gestos, en mi corazón. Mi padre se ha ido. Su ausencia dibuja silencios en el aire.