Anna Ajmátova

Plegaria

Dame amargos años de enfermedad,

de ahogo, insomnio, fiebre,

Llévate a mi hijo, a mi amigo

y mi don misterioso - mi canto.

Así rezo en tu liturgia

por tantos días de tormento

para que la negra nube que pesa sobre Rusia

se vuelva clara nube bajo tu amparo.

Petersburgo, 15 de mayo de 1915, día del Santo Espíritu. 

Zh: 162

Versión de María Fernanda Palacios

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Se oscurece el camino del jardín junto al mar,

y alumbran faroles amarillos y tostados.

Estoy tranquila. Tan sólo no debes

hablar de él conmigo.

Eres leal y adodrable, seremos amigos…

Pasear, besarse, envejecer juntos...

Y nuevas lunas pasarán sobre nosotros,

como nevadas estrellas. 

Marzo de 1914

Zh: 139

Versión de María Fernanda Palacios

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Separación

Nocturno y oblicuo, el camino

se extiende ante mí.

Ayer apenas, enamorado,

me suplicaba: "no me olvides."

Y hoy sólo está el viento,

el llamado de los pastores,

y agitados cedros 

junto a los claros manantiales.

Petersburgo. Primavera,1914

Zh:138

Versión de María Fernanda Palacios

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a N.V.N.

Hay un nudo secreto entre los que están cerca

que  no puede atravesar el amor o la pasión.

Entonces los labios se funden en terrible silencio

y el corazón se rompe en pedazos con amor. 

La amistad es inútil entonces, inútil los años

de exaltada y ardiente felicidad,

cuando el alma es libre y ajena

a esa suave  lánguida voluptuosidad.

Los que luchan por alcanzarla están locos, 

los que la alcanzan – los derriba el dolor.

¿Ahora comprendes por qué  mi corazón

no late más rápido bajo tu mano?

Petrogrado, mayo de  1915

Zh:127

Versión de María Fernanda Palacios

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¡Mi cuerpo horriblemente cambiado,

la boca rajada de dolor!

No quería una muerte así,

no había fijado este plazo.

Creí que allá arriba

una nube golpearía otra nube,

que el fuego de un relámpago

y la voz de una dicha inmensa 

como ángeles bajarían hasta mí. 

1913

Zh: 221

Versión María Fernanda Palacios

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¿En qué este siglo ha sido peor que los anteriores?

Quizá en que un tufo de aflicción y de ansiedad

rozó la llaga más negra

pero no pudo curarla.

En el oeste aun brilla el sol de la tierra

y bajo sus rayos destellan los techos de las ciudades.

Pero aquí, el blanco de las casas está marcado con cruces

y llaman a los cuervos y los cuervos vienen volando. 

Invierno, 1919

Zh.225

Versión de María Fernanda Palacios