Ana Nuño

Ana Nuño Caracas, 1957. Estudió Literatura Inglesa en La Sorbona, París. Vive en Barcelona. Ha publicado los poemarios: Las voces encontradas 1989, Sextinario 1999.

LA POESÍA

Como a Marianne Moore, también a mí

me disgusta. Algo incivil hay en la idea

de forzar las palabras a decir

lo que, pudor o pereza, por dentro

llevan. Tomarse uno tan en serio

no es bueno, además, para la salud.

Como sabían curarse en salud,

los griegos se fabricaron la mí

mesis: el único negocio serio

es la realidad. Esta sabia idea

les permitió asaltarla desde dentro,

forzar y saquearla (es un decir).

Un caballo de madera, es decir,

un vientre hueco lleno de salud

ables mercenarios: entre el adentro

y el afuera, el amplio horizonte y mi

agazapada persona, la idea

de un ataque por sorpresa es, en serio,

genial. Así al menos se salva el serio

escollo de la arrogancia. Decir,

además, es decirse, y una idea,

la forma más antigua de salud

o sin tanta redundancia. De mí

se verá la sombra que doy afuera,

como un ombú, un bambú, lo que hacia afuera

tiende naturalmente, pero, en serio,

no me pidan que les presente mi

pereza torpe, enroscada, y qué decir

de mi incómodo elefante. La salud

de un poema está en omitir ideas

tanto como en expulsar de la idea

la excesiva interioridad. Afuera,

en la noche troyana, la salud

es lo que cuenta. Lo de antes, el serio

dudar de todo, el temor, el decir

se que nada vale el esfuerzo… mi

pereza cede ante la saludable idea:

decir el caballo que allá afuera

galopa serio y triste en mi cabeza