Baltimore (1929-2012). En 1951 publica su primer libro de poesía; Un cambio de mundo. Desde entonces ha escrito y publicado más de quince libros de poesía. Premio Nacional del Libro (1974). Fué también una activista preocupada por las injusticias del mundo.
III Como ya no somos jóvenes, las semanas han de valer por todos los años que estuvimos separadas. Pero tan solo esta extraña deformación del tiempo me advierte que no somos jóvenes. ¿Caminé alguna vez por las calles matutinas en mis veinte, con mis brazos y piernas fluyendo en la más pura alegría? ¿Me incliné alguna vez desde una ventana sobre la ciudad a escuchar al futuro, Así como ahora espero por tu llamada con mis nervios adheridos al teléfono? Y tú te mueves hacia mí con el mismo ritmo, Con tus ojos sin tiempo, y con esa chispa verde como destellos del pasto de verano en tus ojos azules, o como el berro silvestre azulverdoso rociado en primavera. Sí a los veinte creímos que viviríamos por siempre. A los cuarenta y cinco, quiero conocer hasta nuestros límites. Te acaricio aún sabiendo que no nacimos mañana, Y que de alguna manera, cada una ayudará a la otra a vivir. Y que en algún lugar, cada una ayudará a la otra a morir. Traducción: Francia Rosa Calzadilla III Since we’re not young, weeks have to do time for years of missing each other. Yet only this odd warp in time tells me we’re not young. Did I ever walk the morning streets at twenty, my limbs streaming with a purer joy? did I lean from any window over the city listening for the future as I listen here with nerves tuned for your ring? And you, you move toward me with the same tempo. Your eyes are everlasting, the green spark of the blue-eyed grass of early summer, the green-blue wild cress washed by the spring. At twenty, yes: we thought we’d live forever. At forty-five, I want to know even our limits. I touch you knowing we weren’t born tomorrow, and somehow, each of us will help the other life, and somewhere, each of us must help the other die.