Fernando Pessoa

Fernando Pessoa. Portugal. (13 Junio, 1888-30 noviembre, 1935) Vivió Entre 1895 y 1905 en Sudáfrica. Reconocido como uno de los más grandes poetas de Portugal. Se maquinó una serie de heterónimos que le permitieron verter y cifrar su poesía desde múltiples representaciones. Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, y Bernardo Soares son algunos de sus heterónimos. Imagen: Pessoa por Rayma Suprani.

Dos fragmentos de las odas
(Fin de las odas, por supuesto)
........................

Ven Noche antiquísima e idéntica,
Noche Reina destronada al nacer,
Noche igual por dentro al silencio, Noche
Con las estrellas, lentejuelas fugaces
En tu vestido bordado de Infinito.
 
Ven vagamente,
Ven levemente,
Ven sola, solemne, con las manos menguadas
De lado, ven
Y trae los montes distantes al pie de los árboles cercanos,
Funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
Haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo,
Atenúale todas las diferencias que veo de lejos,
Todos los caminos que la suben,
Todos los distintos árboles que la hacen verde-oscura a lo lejos,
Todas las casas blancas y con humo entre los árboles,
Y deja sólo una luz y otra y otra más,
En la distancia imprecisa y vagamente perturbadora
En la distancia súbitamente imposible de recorrer.
Señora nuestra
De las cosas imposibles que buscamos en vano
De los sueños que vienen a nosotros
al crepúsculo a la ventana.
De los propósitos que nos acarician
En las grandes terrazas de los hoteles cosmopolitas
Al son europeo de la música y de las voces cercanas y lejanas
Y que duelen por saber que nunca los realizaremos
Ven y envuélvenos.
Ven y acarícianos
Bésanos silenciosamente en la frente.
Tan levemente en la frente que no sepamos que nos besan
Sino por una diferencia en el alma
Y un vago sollozo saliendo melodiosamente
De lo antiquísimo de nosotros
Donde tienen raíz esos árboles maravillosos
Cuyos frutos son los sueños que acariciamos y amamos
Por saberlos fuera de lugar en relación a la vida
Ven solemnísima
Solemnísima y llena
De un oculto deseo de llorar
Tal vez porque el alma es grande y la vida pequeña
Y todos los gestos no salen de nuestro cuerpo
Y sólo alcanzamos hasta donde nos llega el brazo
Y sólo vemos hasta donde llega la mirada.
Ven, dolorosa
Madre Dolorosa de las Angustias de los Tímidos
Turris-Eburnea de las Tristezas de los Despreciados.
Mano fresca sobre la cabeza de los humildes con fiebre
Sabor a agua sobre los labios secos de los Cansados
Ven, de lo más profundo 
Del horizonte lívido.
Ven y arráncame
Del suelo de la angustia y de la inutilidad
Donde presumo.
Arráncame del suelo, margarita olvidada.
Hoja a hoja lee en mí no se qué señal
Y deshójame a tu gus
A tu agrado silencioso y fresco.
Una hoja de mí manda hacia el Norte
Donde están las ciudades de Hoy que tanto amé;
Otra hoja de mí lanza hacia el Sur,
Donde están los mares que los Navegantes abrieron;
Otra hoja de mí tira al Occidente,
Donde arde apasionado todo lo que tal vez sea Futuro
Que yo sin conocer adoro;
Y la otra, las otras, el resto de mí
Lánzalo a Oriente
Al Oriente de donde viene todo, el día y la fe,
Al Oriente pomposo y fanático y caliente,
Al Oriente excesivo que yo nunca veré
Al Oriente budista, brahmánico, sintoísta,
Al Oriente de todo lo que no tenemos.
Y todo lo que no somos,
Al Oriente donde, quién sabe, Cristo tal vez
Aún viva hoy,
Donde Dios tal vez exista realmente decidiendo todo…
 
Ven sobre los mares,
Sobre los mares mayores,
Sobre los mares sin horizontes precisos,
Ven y pásale la mano por el costado a la fiera
Y cálmala misteriosamente,
Oh domadora  hipnótica de las cosas que se agitan mucho
Ven, cuidadosa,
Ven, maternal,
Paso a paso enfermera antiquísima, que te sentaste
A la cabecera de los dioses de fes ya perdidas,
Y que viste nacer a Jehová y a Júpiter,
Y sonreíste porque todo es falso y es inútil.
Ven, Noche silenciosa y estática,
Ven a envolver en la noche con tu manto blanco 
Mi corazón
Serenamente como una brisa en la tarde leve.
Tranquilamente como un gesto materno acariciando.
Con las estrellas reluciendo en tus manos
Y la luna máscara misteriosa sobre tu rostro,
Todos los sueños suenan de otra manera
Cuando tú vienes
Cuando tú entras bajan todas las voces.
Nadie te ve entrar.
Nadie sabe cuando entraste,
Si no de repente, viendo que todo se recoge.
Que todo pierde las aristas y los colores.
Y que en el alto cielo aún claramente azul
Ya creciente nítido, o círculo blanco,
o mera luz nueva que viene,
 

La luna comienza a ser real.
 

 

 

Traducción: Nidia Hernández 

 

 

DOIS EXCERTOS DE ODES

(FINS DE DUAS ODES, NATURALMENTE)

I

......

Vem, Noite antiquíssima e idêntica,

Noite Rainha nascida destronada,

Noite igual por dentro ao silêncio. Noite

Com as estrelas lantejoulas rápidas

No teu vestido franjado de Infinito.

Vem, vagamente,

Vem, levemente,

Vem sozinha, solene, com as mãos caídas

Ao teu lado, vem

E traz os montes longínquos para o pé das árvores próximas.

Funde num campo teu todos os campos que vejo,

Faze da montanha um bloco só do teu corpo,

Apaga-lhe todas as diferenças que de longe vejo.

Todas as estradas que a sobem,

Todas as várias árvores que a fazem verde-escuro ao longe.

Todas as casas brancas e com fumo entre as árvores,

E deixa só uma luz e outra luz e mais outra,

Na distância imprecisa e vagamente perturbadora.

Na distância subitamente impossível de percorrer.

Nossa Senhora

Das coisas impossíveis que procuramos em vão,

Dos sonhos que vêm ter connosco ao crepúsculo, à janela.

Dos propósitos que nos acariciam

Nos grandes terraços dos hotéis cosmopolitas

Ao som europeu das músicas e das vozes longe e perto.

E que doem por sabermos que nunca os realizaremos...

Vem, e embala-nos,

Vem e afaga-nos.

Beija-nos silenciosamente na fronte,

Tão levemente na fronte que não saibamos que nos beijam

Senão por uma diferença na alma.

E um vago soluço partindo melodiosamente

Do antiquíssimo de nós

Onde têm raiz todas essas árvores de maravilha

Cujos frutos são os sonhos que afagamos e amamos

Porque os sabemos fora de relação com o que há na vida.

Vem soleníssima,

Soleníssima e cheia

De uma oculta vontade de soluçar,

Talvez porque a alma é grande e a vida pequena.

E todos os gestos não saem do nosso corpo

E só alcançamos onde o nosso braço chega,

E só vemos até onde chega o nosso olhar.

Vem, dolorosa,

Mater-Dolorosa das Angústias dos Tímidos,

Turris-Eburnea das Tristezas dos Desprezados,

Mão fresca sobre a testa em febre dos humildes.

Sabor de água sobre os lábios secos dos Cansados.

Vem, lá do fundo

Do horizonte lívido,

Vem e arranca-me

Do solo de angústia e de inutilidade

Onde vicejo.

Apanha-me do meu solo, malmequer esquecido,

Folha a folha lê em mim não sei que sina

E desfolha-me para teu agrado,

Para teu agrado silencioso e fresco.

Uma folha de mim lança para o Norte,

Onde estão as cidades de Hoje que eu tanto amei;

Outra folha de mim lança para o Sul,

Onde estão os mares que os Navegadores abriram;

Outra folha minha atira ao Ocidente,

Onde arde ao rubro tudo o que talvez seja o Futuro,

Que eu sem conhecer adoro;

E a outra, as outras, o resto de mim

Atira ao Oriente,

Ao Oriente donde vem tudo, o dia e a fé,

Ao Oriente pomposo e fanático e quente,

Ao Oriente excessivo que eu nunca verei,

Ao Oriente budista, bramânico, sintoísta,

Ao Oriente que tudo o que nós não temos.

Que tudo o que nós não somos,

Ao Oriente onde — quem sabe? — Cristo talvez ainda hoje viva,

Onde Deus talvez exista realmente e mandando tudo...

Vem sobre os mares,

Sobre os mares maiores,

Sobre os mares sem horizontes precisos,

Vem e passa a mão pelo dorso da fera,

E acalma-o misteriosamente,

Ó domadora hipnótica das coisas que se agitam muito!

Vem, cuidadosa,

Vem, maternal,

Pé antepé enfermeira antiquíssima, que te sentaste

À cabeceira dos deuses das fés já perdidas,

E que viste nascer Jeová e Júpiter,

E sorriste porque tudo te é falso e inútil.

Vem, Noite silenciosa e extática,

Vem envolver na noite manto branco

O meu coração...

Serenamente como uma brisa na tarde leve,

Tranquilamente com um gesto materno afagando.

Com as estrelas luzindo nas tuas mãos

E a lua máscara misteriosa sobre a tua face.

Todos os sons soam de outra maneira

Quando tu vens.

Quando tu entras baixam todas as vozes,

Ninguém te vê entrar.

Ninguém sabe quando entraste,

Senão de repente, vendo que tudo se recolhe,

Que tudo perde as arestas e as cores,

E que no alto céu ainda claramente azul

Já crescente nítido, ou círculo branco, ou mera luz nova que vem,

A lua começa a ser real.

Traducción: Nidia Hernández