Ezequiel Borges Caracas. Poeta, periodista y traductor. Ha trabajado como periodista cultural en los principales medios venezolanos. Publicó: «30 Poemas» en 2003. Recientemente ha estado publicando por FB, una serie de poemas que titula: «Canciones de la dictadura». Vive en Caracas, Venezuela, resistiendo la dictadura. El audio que ofrecemos es una grabación de los 90 que le hicimos al poeta.
Tigre de bengala Yo vivía en la Calle Bolívar de Chacao, era el año de mil novecientos setenta y dos, si mal no recuerdo, aunque lo más probable es que recuerde mal, yo tenía ocho años o quizás nueve. Pero lo que sí recuerdo es que que un buen día a los tipos de la Sears, aquella tienda por departamentos que estaba cruzando la Av. Libertador, se les ocurrió una idea genial para atrapar más clientes de los que ya tenían: Un tigre de bengala, vivo y coleando, rugiendo detrás de unos barrotes, frente a la avenida, a doscientos metros de mi casa. Los niños ahora juegan desde el sofá y asesinan a miles con los pulgares, pero en aquella época la verdadera diversión estaba siempre fuera de tu casa, teníamos primos con motocicletas, teníamos guantes de besisbol, teníamos piscinas, con suerte, teníamos el mar y la lluvia. Un tigre de verdad era lo más maravilloso que podías soñar cuando tenías ocho o nueve años y te sentabas por horas frente al tigre, tu madre se había cansado de impedir que fueras a ver al tigre, y si le hablabas el tipo te rugía porque era tu amigo, quizás tu único amigo era un tigre de Bengala en una calle de Chacao. Tenías ocho, ocho o nueve años y no sabías que tener un tigre en tu barrio era un lujo irrepetible, sólo posible por el boom petrolero. Tampoco sabías que se iba a escapar de sus barrotes y que por un mes tu madre no te dajaría salir de casa ni para comprar el pan enfrente. Tu único amigo era un tigre de bengala que nadie encontró, al que todos temían menos tú. Al que sólo puedes encontrar en tus sueños.. La ciudad de nadie Ciudad, ellos te destruyeron, aquí había una mata de mango, aquí hubo un restauran chino, aquí una quincalla, aquí estaba la abuela cosiendo sueños, aquí había una lavandería, aquí, justo aquí, había una cruz de papel, una cruz de piedra, una cruz eléctrica. Ciudad, aquí hubo una fuente, más allá había una tienda por departamentos y una peluquería con un poster en el que se veía la tierra desde la luna. Ciudad, te robaron el mañana y el pasado, aquí había el recuerdo de un beso, aquí había en un banco de madera que ya no existe, una plegaria, aquí había un tigre de bengala que se escapó un día por la calle y nadie lo pudo encontrar. Ciudad, ya te cambiaron el nombre, pero aquí habían libaneses en cada esquina vendiendo shawarmas y kibbe crudo rociado con aceite de oliva, aquí habían italianos mojando sus grissinis en el café de las mañanas con máquinas de café Cimbali. Se te olvida ciudad, quién fuiste, que tenías las mejores panaderías del mundo, que una lata de sardinas no valía nada, que se podía caminar como si estuvieras en Nueva York, que se podía soñar con otro mundo a pesar de las desigualdades, que aunque todo estaba perdido siempre había un camino. Se te olvida, ciudad, que eras tan maravillosa como Estambul aunque tuvieras un lado oscuro. Se te olvida, ciudad, que una mujer que caminaba por Sabana Grande era probablemente más bella que una mujer que caminaba por los Campos Elíseos. Aquí, justo aquí, detrás de los pájaros, detrás las nubes, detrás de las estrellas, justo al amanecer, había una luna que brillaba largamente, sin miedo. Recuerda, que no siempre fuiste la ciudad de nadie.