Fernando Pessoa. Portugal. (1888-1935) Vivió Entre 1895 y 1905 en Sudáfrica. Reconocido como uno de los poetas mayores de Portugal. Se maquinó una serie de heterónimos que le permitieron verter y cifrar su poesía desde múltiples representaciones. Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, y Bernardo Soares son algunos de sus heterónimos.
Dos fragmentos de las odas (Fin de las odas, por supuesto) ........................ Ven Noche antiquísima e idéntica, Noche Reina destronada al nacer, Noche igual por dentro al silencio, Noche Con las estrellas, lentejuelas fugaces En tu vestido bordado de Infinito. Ven vagamente, Ven levemente, Ven sola, solemne, con las manos menguadas De lado, ven Y trae los montes distantes al pie de los árboles cercanos, Funde en un campo tuyo todos los campos que veo, Haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo, Atenúale todas las diferencias que veo de lejos, Todos los caminos que la suben, Todos los distintos árboles que la hacen verde-oscura a lo lejos, Todas las casas blancas y con humo entre los árboles, Y deja sólo una luz y otra y otra más, En la distancia imprecisa y vagamente perturbadora En la distancia súbitamente imposible de recorrer. Señora nuestra De las cosas imposibles que buscamos en vano De los sueños que vienen a nosotros al crepúsculo a la ventana. De los propósitos que nos acarician En las grandes terrazas de los hoteles cosmopolitas Al son europeo de la música y de las voces cercanas y lejanas Y que duelen por saber que nunca los realizaremos Ven y envuélvenos. Ven y acarícianos Bésanos silenciosamente en la frente. Tan levemente en la frente que no sepamos que nos besan Sino por una diferencia en el alma Y un vago sollozo saliendo melodiosamente De lo antiquísimo de nosotros Donde tienen raíz esos árboles maravillosos Cuyos frutos son los sueños que acariciamos y amamos Por saberlos fuera de lugar en relación a la vida Ven solemnísima Solemnísima y llena De un oculto deseo de llorar Tal vez porque el alma es grande y la vida pequeña Y todos los gestos no salen de nuestro cuerpo Y sólo alcanzamos hasta donde nos llega el brazo Y sólo vemos hasta donde llega la mirada. Ven, dolorosa Madre Dolorosa de las Angustias de los Tímidos Turris-Eburnea de las Tristezas de los Despreciados. Mano fresca sobre la cabeza de los humildes con fiebre Sabor a agua sobre los labios secos de los Cansados Ven, de lo más profundo Del horizonte lívido. Ven y arráncame Del suelo de la angustia y de la inutilidad Donde presumo. Arráncame del suelo, margarita olvidada. Hoja a hoja lee en mí no se qué señal Y deshójame a tu gus A tu agrado silencioso y fresco. Una hoja de mí manda hacia el Norte Donde están las ciudades de Hoy que tanto amé; Otra hoja de mí lanza hacia el Sur, Donde están los mares que los Navegantes abrieron; Otra hoja de mí tira al Occidente, Donde arde apasionado todo lo que tal vez sea Futuro Que yo sin conocer adoro; Y la otra, las otras, el resto de mí Lánzalo a Oriente Al Oriente de donde viene todo, el día y la fe, Al Oriente pomposo y fanático y caliente, Al Oriente excesivo que yo nunca veré Al Oriente budista, brahmánico, sintoísta, Al Oriente de todo lo que no tenemos. Y todo lo que no somos, Al Oriente donde, quién sabe, Cristo tal vez Aún viva hoy, Donde Dios tal vez exista realmente decidiendo todo… Ven sobre los mares, Sobre los mares mayores, Sobre los mares sin horizontes precisos, Ven y pásale la mano por el costado a la fiera Y cálmala misteriosamente, Oh domadora hipnótica de las cosas que se agitan mucho Ven, cuidadosa, Ven, maternal, Paso a paso enfermera antiquísima, que te sentaste A la cabecera de los dioses de fes ya perdidas, Y que viste nacer a Jehová y a Júpiter, Y sonreíste porque todo es falso y es inútil. Ven, Noche silenciosa y estática, Ven a envolver en la noche con tu manto blanco Mi corazón Serenamente como una brisa en la tarde leve. Tranquilamente como un gesto materno acariciando. Con las estrellas reluciendo en tus manos Y la luna máscara misteriosa sobre tu rostro, Todos los sueños suenan de otra manera Cuando tú vienes Cuando tú entras bajan todas las voces. Nadie te ve entrar. Nadie sabe cuando entraste, Si no de repente, viendo que todo se recoge. Que todo pierde las aristas y los colores. Y que en el alto cielo aún claramente azul Ya creciente nítido, o círculo blanco, o mera luz nueva que viene, La luna comienza a ser real. Traducción: Nidia Hernández DOIS EXCERTOS DE ODES (FINS DE DUAS ODES, NATURALMENTE) I ...... Vem, Noite antiquíssima e idêntica, Noite Rainha nascida destronada, Noite igual por dentro ao silêncio. Noite Com as estrelas lantejoulas rápidas No teu vestido franjado de Infinito. Vem, vagamente, Vem, levemente, Vem sozinha, solene, com as mãos caídas Ao teu lado, vem E traz os montes longínquos para o pé das árvores próximas. Funde num campo teu todos os campos que vejo, Faze da montanha um bloco só do teu corpo, Apaga-lhe todas as diferenças que de longe vejo. Todas as estradas que a sobem, Todas as várias árvores que a fazem verde-escuro ao longe. Todas as casas brancas e com fumo entre as árvores, E deixa só uma luz e outra luz e mais outra, Na distância imprecisa e vagamente perturbadora. Na distância subitamente impossível de percorrer. Nossa Senhora Das coisas impossíveis que procuramos em vão, Dos sonhos que vêm ter connosco ao crepúsculo, à janela. Dos propósitos que nos acariciam Nos grandes terraços dos hotéis cosmopolitas Ao som europeu das músicas e das vozes longe e perto. E que doem por sabermos que nunca os realizaremos... Vem, e embala-nos, Vem e afaga-nos. Beija-nos silenciosamente na fronte, Tão levemente na fronte que não saibamos que nos beijam Senão por uma diferença na alma. E um vago soluço partindo melodiosamente Do antiquíssimo de nós Onde têm raiz todas essas árvores de maravilha Cujos frutos são os sonhos que afagamos e amamos Porque os sabemos fora de relação com o que há na vida. Vem soleníssima, Soleníssima e cheia De uma oculta vontade de soluçar, Talvez porque a alma é grande e a vida pequena. E todos os gestos não saem do nosso corpo E só alcançamos onde o nosso braço chega, E só vemos até onde chega o nosso olhar. Vem, dolorosa, Mater-Dolorosa das Angústias dos Tímidos, Turris-Eburnea das Tristezas dos Desprezados, Mão fresca sobre a testa em febre dos humildes. Sabor de água sobre os lábios secos dos Cansados. Vem, lá do fundo Do horizonte lívido, Vem e arranca-me Do solo de angústia e de inutilidade Onde vicejo. Apanha-me do meu solo, malmequer esquecido, Folha a folha lê em mim não sei que sina E desfolha-me para teu agrado, Para teu agrado silencioso e fresco. Uma folha de mim lança para o Norte, Onde estão as cidades de Hoje que eu tanto amei; Outra folha de mim lança para o Sul, Onde estão os mares que os Navegadores abriram; Outra folha minha atira ao Ocidente, Onde arde ao rubro tudo o que talvez seja o Futuro, Que eu sem conhecer adoro; E a outra, as outras, o resto de mim Atira ao Oriente, Ao Oriente donde vem tudo, o dia e a fé, Ao Oriente pomposo e fanático e quente, Ao Oriente excessivo que eu nunca verei, Ao Oriente budista, bramânico, sintoísta, Ao Oriente que tudo o que nós não temos. Que tudo o que nós não somos, Ao Oriente onde — quem sabe? — Cristo talvez ainda hoje viva, Onde Deus talvez exista realmente e mandando tudo... Vem sobre os mares, Sobre os mares maiores, Sobre os mares sem horizontes precisos, Vem e passa a mão pelo dorso da fera, E acalma-o misteriosamente, Ó domadora hipnótica das coisas que se agitam muito! Vem, cuidadosa, Vem, maternal, Pé antepé enfermeira antiquíssima, que te sentaste À cabeceira dos deuses das fés já perdidas, E que viste nascer Jeová e Júpiter, E sorriste porque tudo te é falso e inútil. Vem, Noite silenciosa e extática, Vem envolver na noite manto branco O meu coração... Serenamente como uma brisa na tarde leve, Tranquilamente com um gesto materno afagando. Com as estrelas luzindo nas tuas mãos E a lua máscara misteriosa sobre a tua face. Todos os sons soam de outra maneira Quando tu vens. Quando tu entras baixam todas as vozes, Ninguém te vê entrar. Ninguém sabe quando entraste, Senão de repente, vendo que tudo se recolhe, Que tudo perde as arestas e as cores, E que no alto céu ainda claramente azul Já crescente nítido, ou círculo branco, ou mera luz nova que vem, A lua começa a ser real.