Rebeca Blackwel. Caracas, Venezuela, 1972. Es egresada de la escuela de Idiomas Modernos de la UCV. Estudió escultura en el Otario College of Art and Design, Canadá. Ha tomado talleres de escritura de diferentes géneros. Se ha dedicado por años a la traducción, acaba de traducir un libro técnico sobre antropología forense del antropólogo José Pablo Baraybar, vive en Florida, USA.
No es lo mismo Perdidos en Tokio que Perdidos en la traducción, ¿verdad? Esa es una decisión que hubo que tomar por no existir una frase idiomática equivalente, pero que mucho tiene que ver con el contenido global de la película. Así son estas decisiones. Hay un chiste muy cruel para los traductores, en el que primero se pregunta: ¿Sabes lo que es la poesía? Y la respuesta es: “Lo que se pierde en la traducción”. Y bien puede ser así, pero quizás si se enfrenta un texto con una actitud abierta, si consideramos, por ejemplo, cada frase de un texto literario como una estructura individual que requiere un tratamiento individual, podemos quizás encontrar un ritmo que se aproxime al original. ¿Qué quiero decir con esto? Que puede suceder que en una frase lo indicado haya asido una adaptación cultural y en la siguiente lo mejor sea una traducción literal. Un solo sistema de reglas de traducción es insuficiente en la literatura.
Gregory Rabassa, traductor de Cien años de soledad y Rayuela, amigo íntimo de Cortázar, dijo algo mágico para mí. Dijo literalmente que la traducción es imposible, pues no hay cómo transformar una cría de patos en pollos, y que lo mejor que se puede hacer es “acercarse uno a algo” y yo pienso «…a un lago» si es que estuviéramos traducindo poesía. ¿Cómo habrá sido traducir Rayuela? Imagino meses de inmersión social con Cortázar para poder hacerlo, de intercambios de ideas, de afecto. Rabassa es poeta, por eso pudo, con sus letras amadas y su música y sus viajes y aventuras, así tradujo Rayuela, Hopscotch, como la llamó él, con todo eso y con la amistad, claro está, así ganó el National Book Award por un libro que no concibió. Sobre su traducción de Cien años de soledad, dijo que lo que pasa es que el inglés está oculto detrás del español y que para que una traducción sea buena, sólo hay que encontrar esa lengua oculta y que al traducir solo buscó hacer sonar las palabras como si García Márquez hubiera nacido hablando inglés.
Rebeca Blackwell.