Emily Dickinson

Emily Dickinson nació en Amherst, Nueva Inglaterra en 1830, donde murió el 15 de mayo de 1886, a la edad de 56 años. Para su tiempo y debido a su posición social, tuvo una educación privilegiada. Leía a Virgilio en latín.
Emily Dickinson tuvo un particular interés por la botánica y por la astronomía, muchos de sus poemas dan cuenta de esto.
A los 32 años, la poeta “consultó” sobre sus versos a un editor, (Tomas Higginson) pero este, no logró vislumbrar la poesía de Dickinson, y guardó sus versos por mas de 30 años.  Sus poemas fueron publicados póstumamente.
Emily Dickinson nunca se casó y su vida privada siempre ha sido un gran misterio.
“Cuando era pequeña, tuve un amigo que me enseñó lo que era la inmortalidad, pero se aproximó demasiado a ella y nunca regresó. Poco después murió mi maestro, y durante largos años mi única compañía fue el diccionario. Luego encontré a otro, pero no quería que yo fuese su alumna y se fue de la región”.
Al final de su vida la poeta se aisla y vive un encierro voluntario. soy huésped de mí misma”. decía.
Vestía sólo de blanco, observaba a los niños jugar y coleccionaba flores silvestres.
Al morir, su hermana Lavinia encontró 40 volúmenes encuadernados a mano; más de 800 poemas nunca publicados ni vistos por nadie.
Emily Dickinson, la más grande poeta de Norteamérica vivió y murió anónimamente. Pero su poesía: misteriosa, profunda, original, velada, y de una lúcida ambigüedad, viajará en el tiempo, más allá de todos los límites, para traernos la enigmática visión de las cosas, de Emily Dickinson.
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Los poetas encienden lámparas nada más

Ellos, por su parte -se extinguen-
las mechas que ellos encienden-
Siendo una luz vital
Son inherentes como son los Soles-
Cada época un Lente
Que disemina su
Circunferencia-

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Tiene el dolor un elemento en blanco

No puede recordar

Cuando empezó o si hubo

Un tiempo en el que no existía

Y no tiene Futuro sino él mismo

Su infinita capacidad

Su pasado  iluminado para percibir

Nuevos períodos de dolor
Si tienes un arroyo pequeñito en el pecho
donde brotan tímidas flores
y ariscas aves bajan a beber
entre sombras que tiemblan,

y tan callado fluye
que nadie lo sospecha
pero tú bebes cada día en él
tu sorbito de vida,

guárdalo en marzo cuando los ríos se desbordan
cuando la nieve corre
por la colina abajo
y la crecida arrastra puentes, 
y más tarde, en agosto
cuando el prado esté perdido,
cuida que este pequeño arroyo vivo
no se seque un quemante mediodía