Lola Mascarell

Lola Mascarell. Valencia, España. 1979. Periodista y profesora de Lengua castellana y literatura. Dirigió el Taller de Narrativa de la Universidad Politécnica de Valencia. En 2010 publica su primer poemario, “Mecánica del prodigio” Pre-textos. Premio Internacional de Poesía Emilio Prados, (Diputación de Málaga, Centro Cultural Generación del 27, con el libro: “Mientras la luz” Pre-textos, 2013. Premio Alcalá de poesía, 2014.  

NIEVE


Sólo nevó una vez.
Era domingo.
Tú llegaste a mi cuarto muy temprano. 
Yo corrí hasta el salón.
Mis ojos no alcanzaban la ventana
y tú me levantaste entre tus brazos.

Y mira, me decías, mira el cielo.
¿Ves los copos minúsculos flotando 
por el aire, allá al fondo, en los tejados, 
cubriendo las aceras y los bancos,
los árboles del parque, las cornisas? 
¿Los ves? Es un milagro.
Aquí no nieva nunca.

Y yo miraba atenta, embelesada
lo mismo que miraban tus pupilas, 
la ingrávida cadencia de la nieve, 
el peso de las nubes.

Después de aquel domingo
he visto muchas veces la tormenta,
el rayo, el aguacero,
he visto otras heladas y otros vientos, 
ninguno ha disipado aquel instante, 
nunca ha vuelto a nevar sobre esta tierra.

 

AZAHARES


Hay un vértice amargo en el aroma

del azahar a lo lejos,

una mezcla de acíbar y angostura.


La brisa generosa del verano

orea su fragancia entre las calles

y un ápice de hiel se desvanece

en la esencia fugaz de su perfume.


¿Qué partícula ignota, qué acedía

se inmiscuye en el fondo de este aliento,

en la dulce prosodia de ese efluvio

que antaño fue codicia o arrebato,

heraldo del estío y sus delicias?


¿Qué engranaje del mundo habrá cambiado?

¿Qué secreto fragmento de nosotros?

 



CASA ESTIVAL

He cerrado la puerta.

El oro atenuado de la tarde

dibuja en el vacío

un camino de polvo y de nostalgia.

Detrás de los cipreses,

septiembre hunde su sol definitivo.




MAR INMÓVIL


La noche y el azar me han arrojado

en honda soledad frente a una playa,

no importa en qué ciudad, ni en qué momento,

ni importa ya que agosto se termine.


Se extiende ante mis ojos, taciturno,

un mar triste e inmóvil,

un mar que de tan calmo

confunde su horizonte con el cielo.


¿Quién se quiere hacer cargo de esta tumba,

de un mar que ni se mueve ni respira,

de una quietud tan vasta, quién podría

pararse frente a él y estar tranquilo?


La huella de otro mar lleno de espuma,

de un mar bramando en él se superpone,

repite su condena

perdida en otro agosto ya lejano.


No podrás ver el mar mientras no laves

la sal de aquel verano en tus pestañas.


NADANDO


¿Adónde la corriente, adónde el brazo?

¿En pos de qué otra orilla atravesando

su leve ondulación de superficie?

¿Adónde este nadar en el profundo

secreto de uno mismo? Al agua,

al agua este vagar del pensamiento

al agua de los vientos, procelosa

adentro, a la penumbra,

rozando el fondo acuático, debajo

del himen azulado y transparente

allí donde el silencio más antiguo.

APLAZAMIENTO

Que no, que no,

que no se acabe,

que no se precipite hacia su cima

esta furia que puja deliciosa,

izándose rotunda.


Que no se desmorone sobre el tálamo

la cólera en suspenso de este anhelo,

que no, que no,

que no se acabe,

que tiemble con eléctrico arrebato

la plétora voraz del apetito,

la líquida

pulsión

de los combates.


Que el látigo tenaz se arremoline

al filo de este fiero aplazamiento:

que no, que no,

que no se acabe

la voz que va dictando su inminencia,

su obsceno

cintarazo

contenido.


Que no se acabe, no,

que no se acabe

la súbita ascensión de su delirio,

su estrépito feraz

latiendo incontenible entre mis piernas

que no se acabe, no,

que no se acabe.
 

MIENTRAS LA LUZ


Todo está en la ventana

que reúne mi vida y me contiene

contra el marco vacío de lo eterno.

Un marco en el que yo soy el afuera

y el paisaje es mi centro más profundo.


Una rama de viento, los jirones

de nube en que se cierne

la noche del crepúsculo

y este agudo deseo

de encontrar entre ellos la palabra

que logre derribar esta frontera

entre afuera y adentro.


Todo está en la ventana, soy el marco

que reúne y contiene los compases

de este instante inmortal, de este intervalo.


Un recuadro de luz mientras la luz

cabalga en las cenizas de la tarde:

un mordisco de cobre en el cobalto.