Gail Mazur

 Cambridge Massachusetts, 1937. Poeta y Asesor editorialPublicó su primer poemario: Nightfire, en 1978 a los 40 años. Tiene otros cinco libros de poesía publicados. Zeppo primera esposa, mereció el Premio del Libro de Massachusetts. En 2011 publica: Figuras en un paisaje. Obtuvo el Premio Paterson de Poesía. Reconoce a Robert Lowell como su maestro.

LA CIUDAD PROHIBIDA


Durmiendo hasta el mediodía, estoy soñando que

se nos ha concedido otro año más


Estás aquí conmigo, saludable

Luego, medio despierta, la media verdad:


Este es nuestro último día. La vida se escapa

de nuevo, y esta vez, lo sabemos


Querido cuerpo, te retengo suplicando

No te vayas! Pero entiendo


que no puedas decir nada. ¿Quiénes somos?

¿Somos ficción? No nos parecemos


a nuestras fotos, no nos parecemos

a nadie que yo conozca. La luz del día


parpadea a través de los bambúes

nos acercamos a la ciudad prohibida


buscando juntos el Salón

del Cumplimiento de los Deseos Originales.


El tiempo es el tesoro, me dices,

y el pasado es el lugar donde se oculta.


Instruyo a nuestros hijos ficticios,

el pasado es el tesoro, el tiempo


es el lugar donde se oculta. Si le dijéramos

cuánto lo amamos, cuánto


lo extrañamos, se quedaría.

Pero ahora me llevaste de nuevo


a Luoyang, al Jardín de la Alegría Solitaria,

viejo de más de mil años


Me despierto, tomo tu mano, me dejas ir.

 

 Traducción: Colette Capriles

 

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 Forbidden City

Asleep until noon, Im dreaming
we'vebeen granted another year.

You're here with me, healthy.
Then, half-awake, the half-truth—

This is our last day. Life's leaking
away again, and this time, we know it.

Dear body, I hold you pleading,
Don't Leave! but I understand you

can't say anything. Who are we?
Are we fictional? We don't look

like our pictures, don't look like
anyone I know. Daylight

flickers through a bamboo grove,
we approach the Forbidden City,

looking together for the Hall
of Fulfilling Original Wishes.

Time is the treasure, you tell me,
and the past is its hiding place.

I instruct our fictional children,
The past is the treasure, time

is its hiding place. If we told him
how much we love him, how much

we miss him, he could stay.
But now you've taken me back

to Luoyang, to the Garden of Solitary Joy,
over a thousand years old—

I wake, I hold your hand, you let me go.

 

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Béisbol

Gail Mazur

 

Para John Limon


el juego de béisbol no es una metáfora

y sé que no es propiamente vida.

el diamante verde marcado con tiza, los adorables

y polvorientos carriles marrones que veo desde los aviones

multiplicándose alrededor de las ciudades

son solamente limpios campos de juego.

su estructura no es el marco

de la historia labrado en el bosque

eso no es lo que veo cuando asciendo.


y abajo en el stadium

el veterano receptor guía al joven

lanzador a través de los innings, y la línea

de concentración entre ellos,

ese delicado filamento, no es

como la manera en que tú me ayudas,

sólo me recuerda el esfuerzo que hago

buscando analogías, como un novato se esfuerza

buscando la perfección, y el veterano,

con su sabiduría, parece prometérsela

brillando desde su guante levantado.


y el hombre frente a mí

en la tribuna, tomando daiquirís

de banana de un termo,

prosiguiendo con una cena completa

hasta un aromático cigarro aunque nuestro equipo

termina blanqueado, casi sin hits,

no es como el granjero del que habla Auden

en el Icaro de Breughel.

O los cuatro inevitables borrachos misóginos

gritando, abrazándose

unos a otros y moviéndose continuamente

de arriba abajo para buscar más cerveza


Y la joven esposa tratando de entender

qué puede ser una cuenta completa

para agradar a su esposo feliz en

sus antiguos sueños, o el muchachito

con su gorra de los Yankees cabeceando

de sueño contra su padre

y recuerdos del entrenamiento y de las cotufas

deslizándose hacia el futuro,

y la anciana de Lincoln, Maine,

deseándole suerte a gritos al campeón Yankee

con sus rodillas maltrechas


no es un microcosmos

ni siquiera un pedazo de vida


Y los terribles bajones,

cuando el mejor bateador misteriosamente

pasa semanas sin dar de hit, o

el lanzador que lanzó como un mago todo el mes pasado

ya no trae nada en la bola

o esos días en que los nuestros parecen

policías de Sennett, resbalándose, tropezándose

unos a otros y de pronto, la jugada

que no es humanamente posible, el muchacho

que sabemos que no está listo para las grandes ligas,

salta en el aire para atrapar una bola

que debía haber aterrizado en el centro de la ciudad

y volviendo al campo lo abrazan

y le dan nalgadas esos brujos

repentinos, el equipo que ahora va ganando.


la cuestión de qué hace que un hombre

sufra esos bajones cuando está en forma y su vista

y su poder no han cambiado, no es

como la mala suerte que nos persigue,

ni su frustración en el juego

tampoco es como esa rabia profunda

de cuando nos decepcionamos de nosotros mismos


el parque de juego es un artificio,

manicurado, seguro, “una escena en un huevo de Pascua”,

y el orden del juego de pelota,

esa firme estructura que siempre contiene

el misterio de sus accidentes,

no es el campo salvaje en el que nos paseamos,

donde trato de recitar las reglas,

y repetir las estadísticas del juego

y el viento sigue llevándose mis palabras


Traducción: Colette Capriles

 

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Baseball
 

for John Limon

The game of baseball is not a metaphor

and I know it’s not really life.

The chalky green diamond, the lovely

dusty brown lanes I see from airplanes

multiplying around the cities

are only neat playing fields.

Their structure is not the frame

of history carved out of forest,

that is not what I see on my ascent.


And down in the stadium,

the veteran catcher guiding the young

pitcher through the innings, the line

of concentration between them,

that delicate filament is not

like the way you are helping me,

only it reminds me when I strain

for analogies, the way a rookie strains

for perfection, and the veteran,

in his wisdom, seems to promise it,

it glows from his upheld glove,



and the man in front of me

in the grandstand, drinking banana

daiquiris from a thermos,

continuing through a whole dinner

to the aromatic cigar even as our team

is shut out, nearly hitless, he is

not like the farmer that Auden speaks

of in Breughel’s Icarus,

or the four inevitable woman-hating

drunkards, yelling, hugging

each other and moving up and down

continuously for more beer



and the young wife trying to understand

what a full count could be

to please her husband happy in

his old dreams, or the little boy

in the Yankees cap already nodding

off to sleep against his father,

program and popcorn memories

sliding into the future,

and the old woman from Lincoln, Maine,

screaming at the Yankee slugger

with wounded knees to break his leg


this is not a microcosm,

not even a slice of life


and the terrible slumps,

when the greatest hitter mysteriously

goes hitless for weeks, or

the pitcher’s stuff is all junk

who threw like a magician all last month,

or the days when our guys look

like Sennett cops, slipping, bumping

each other, then suddenly, the play

that wasn’t humanly possible, the Kid

we know isn’t ready for the big leagues,

leaps into the air to catch a ball

that should have gone downtown,

and coming off the field is hugged

and bottom-slapped by the sudden

sorcerers, the winning team



the question of what makes a man

slump when his form, his eye,

his power aren’t to blame, this isn’t

like the bad luck that hounds us,

and his frustration in the games

not like our deep rage

for disappointing ourselves


the ball park is an artifact,

manicured, safe, “scene in an Easter egg”,

and the order of the ball game,

the firm structure with the mystery

of accidents always contained,

not the wild field we wander in,

where I’m trying to recite the rules,

to repeat the statistics of the game,

and the wind keeps carrying my words away