La caja, es el mas reciente poemario de Carmen Leonor Ferro, publicado por Dcir Ediciones. y presentado por Blanca Elena Pantin.
Atravesar el duelo
Presentación del libro La Caja (Dcir ediciones, 2023) de Carmen Leonor Ferro
Caracas, octubre, 2023
Conocí a Carmen Leonor Ferro y a su hermana María Fernanda en la cabaña de Nidia Hernández en las colinas de San Diego. Eran encuentros festivos, de vino y risas, música, también silencio (el propiciado por la naturaleza) y la poesía siempre. Circulaban los libros, se atendían lecturas, hasta la hora del regreso a Caracas con el eco de las voces en el oído y la tramada neblina de la ruta. Después, con los años, la dispersión se hizo inevitable con la precipitación de la infamia y la diáspora alcanzó a muchos de los que allí nos reuníamos.
La noticia de la publicación de La caja bajo el sello de Dcir, casa editorial a la que me honra pertenecer, y la invitación de Carmen Leonor a presentarlo, me llevaron a esos días de San Diego ¡Tanto tiempo!
Carmen Leonor vive en Roma desde 2004. Anterior a La Caja publicó El viaje (Premio Monte Ávila Editores para autores inéditos 2004), Acróbata (Raffaelli editore, 2011), En subjuntivo (Raffaelli editore, 2016), Precarios (Edizioni Ensemble, 2019) y Temporal (LP5 editora, 2022). Ha traducido, entre otros, a Giuseppe Ungaretti del que es devota lectora.
La caja es el libro de la elaboración de un duelo. La pérdida de su amada hermana María Fernanda, Nanda, y la suma de pérdidas nombradas en los poemas reunidos en sus páginas. De duelo y también de la restauración que aparece en la última parte del poemario, El ayuno.
De tallada belleza, actriz, a María Fernanda Ferro (Caracas 1964-2017) la vi dos veces en escena. La primera en El jardín de los cerezos del Taller Experimental de Teatro(Tet) en la pequeña sala del Tet en San Pedro y la segunda vez en el teatro de la Asociación Cultural Humboldt en su soberbia representación del monólogo de Molly Bloom.
No escapaba a quiénes las veíamos en San Diego, la complicidad entre ambas, el sellado vínculo de hermanas, lo sobreentendido entre las dos. La impensable pérdida dio paso a los poemas de La Caja y al duelo que descorren:
Mi hermana había pedido que al morir
le pusieran un traje
que había comprado hacía tiempo en un mercado
de Venecia
una prenda hecha de retazos zurcidos en seda oscura
(…)
En ese recorrido escenográfico se filtra la luz:
mira la luz que se trasluce en los cristales de la ventana
saluda a la ardilla
que te sonríe
desde las ramas
(…)
Referencias a Emily Dickinson, Strindberg, Bergman, se suceden en la lectura de La Caja. No está, pero podría estar Tarkovsky. Algo de sus atmósferas acompañan el ritmo de los poemas:
Llueve en el cementerio
los varones
cargan la caja
en sus espaldas
los árboles resisten
ráfagas de brisa
nosotros
en cambio
nos balanceamos
(…)
Desde el lugar del duelo, Carmen Leonor mira en retrospectiva y desanuda la memoria.
Mira a su alrededor
como si aun perteneciera
(…)
Deshilvanar la memoria
destejer su trama
(…)
La memoria viaja por terrenos baldíos
(…)
cuántas veces más podré caminar sobre ese hilo
donde la memoria todavía se balancea
(…)
El desamor, el abandono, la casa materna, las historias entrecruzadas, la madre, el padre, las hermanas tejen el hilo de La caja. No elude Carmen Leonor la travesía:
“Un viaje hecho con la conciencia de que la memoria es azarosa y de que en su tirada de dados reside la reconstrucción posible de lo vivido y de lo que no pudimos ser”, escribe Julieta Valero en sus anotaciones sobre el libro.
De la mano de Ungaretti, se dispone a El ayuno, el cierre de la travesía:
Con mi hambre de lobo
apaciguo mi cuerpo de oveja
soy como la mísera barca
y como el océano libidinoso
Giuseppe Ungaretti
(…)
Bellas imágenes, metáforas, la vida, las pérdidas así dichas, restauran lo desdibujado, iluminan las sombras, resguardan y protegen de la intemperie, el desamparo:
caminaba entre catedrales de árboles
me detuve frente a un tronco
enredado en sí mismo
en silencio admiré
la forma intrincada que solo el tiempo
había podido crear
y claro,
una tierra benévola
y el fuero del agua y de la luz
por un instante
desafié
mis raíces borrosas
cuando ya no pueda imaginar
un cuerpo errante
pensaré en ti
Blanca Elena Pantin, Kira Kariakin y Graciela Yanez Vicentini.
Ardilla de Nanda.